11/05/23 Es el mes de las y los trabajadores y en un país como en el que vivimos, tras las ya conocidas transiciones históricas y culturales que nos determinan, el laburo bajo la fulana y fastidiosa resiliencia tiene cara de ingenio, adueñandome del lema del charlero del metro “habrá quien llore y quien venda pañuelos".
Creo que en mis tiempos de infancia el trabajo tenía otro significado, desde los ojos y la experiencia de mi madre, trabajar brindaba la estabilidad de la vejez y el acceso a una posible vivienda. Aunque tuve su ejemplo, y desde muy joven comencé en menesteres de facturar y cotizar, lejos me quedan las pretensiones de una casa propia. Al inicio de esta crisis me negaba a la idea de abandonar la institucionalidad con la mitad de las cotizaciones completas y un montón de aprendizajes. Era impensable para mi formar parte de la masa cada día más tangible de trabajadores a destajo o freelancers que desde la virtualidad y con conocimiento a veces autodidacta (cosa que no resta) encuentran los medios para vivir, pero decidí abandonar un empleo que me llenaba el corazón, pero que tuvo como remuneración -aunque suene irreal para aquel 2016-, el equivalente al costo de un kilo de queso.
Dejar la formalidad me parecía desmoralizante, me gustaba lo que hacía, dedicarle el tiempo al aprendizaje y construcción del país o políticas públicas. No hallaba una altenativa, pero hija de padres avanzados en edad, y siendo una de las que mata tigres sin tenerle miedo al cuero, la necesidad pudo más, y aún indecisa y temerosa, acepté un empleo que me mantuvo por más de cinco años en mejores condiciones que las de casi una decada de trabajo asalariado.
Limpiar casas, tarea que no denigra a nadie o eso dicen (aunque el personal de limpieza sea en realidad, señalado, infravalorado, y subpagado). Entre mis amigas académicas, a más de una escuché exclamar con tristeza: ¿En serio te pusiste a limpiar casas May? !Qué lástima y con lo valiosa que tú eres! Y aunque no creo que a nadie en el mundo le apasiona limpiar pocetas, el prejuicio de clase que se le tiene a este tipo de labores es palpable entre familiares, amigos y hasta bajo el mando de quien te contrata y se refiere a ti como la “chacha". Aunque la vida me llevó a otros espacios, y ya no me dedico a ese oficio, a mi me gustaba dejar esas casas limpiecitas y la "descargaba" con música limpiando cocinas, sabiendo que el esfuerzo estaba siendo remunerado de forma decente. Muchos hogares que me recibieron fueron bastante agradables, respetuosos y agradecidos.
Aún hoy la dificultad de dedicarnos a lo que nos gusta y poder vivir de ello, nos ha vuelto una suerte de hombres y mujeres orquesta, estableciendo jornadas múltiples y de oficios variados, lejos de nuestra zona de confort o estudio, para lograr satisfacer nuestras necesidades. Es así como quien es licenciado, mata tigres haciendo carreras, la señora de los dulces caseros montó su emprendimiento en donde también vende cigarros, el artista sigue buscándole la vuelta a su oficio, si pinta hace murales para comercios, si canta se lanza covers en restaurantes después de salir de su otro empleo colocando uñas acrílicas y pegando pestañas. Hubo un momento en el que pensé que de toda mi generación la única que no hacía tatuajes, era yo.
Esto sin contar los que reparan celulares, los trabajadores de tiendas en cadena, los mecánicos de motos y carros, los "peluches" colectores de las camionetas, los dulceros ambulantes que abundan, los señores que caminan horas bajo un sol, como el de estos días, vendiendo sólo pañitos de cocina.
Aunque en cada uno de nosotrxs existe la determinación por salir adelante con todo y que no tenemos el trabajo que soñamos, no podemos romantizar esta dificultad. Ojalá que las condiciones del presente, espaciales, económicas, diplomáticas, humanas, espirituales, planetarias o geográficas mejoren, para que otras generaciones se puedan dedicar a hacer lo que les gusta, y que dicho trabajo tenga una correcta remuneración.
El tema me hizo recordar una canción de una banda colombiana Systema Solar quienes cantan Sin oficio, y si usted me lee sabe de mi melomanía. Le pego aquí un pedacito de la letra en el mismo orden de ideas, para quienes con espíritu y por no dejar que le suene la barriga se comen el mundo aún teniendo trabajos que no quieren, o son poco convencionales.
“Porque yo no sé en este país como un carajo de:
Carpintero, latonero, albañil, arreador de agua, embolador, vendedor e' marlboro, minorista e kenn, carretillero,
arria bulto, portero de cabaret, fisgolero, cabrón de puta vieja, ayudante de bus, fabricador de jaula,vendedor de raspao, chazero,
Escritor, mandadero, vendedor de maní, acordeonero, serenatero, fotógrafo de bautismo, consolador de legendarias, sacristán, voceador de periódico, vendedor de tinte, llantero, mecánico o empalmador,
puede vivir”.
POR MARÍA ALEJANDRA MARTÍN • @maylaroja
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ