12/05/23. Como decía mi profesor de postgrado en la Universidad Simón Bolívar, José Balza, “El bolero es un canto de cuna y cama”. Es el canto de amor que nace en la cuna en la voz de madres, tías y abuelas arrullando a los nenes, y muere o resucita en la cama, en las deliciosas batallas del corazón. El Gabo vivió con sus abuelos hasta los diez años, y aunque no hay referencias de su abuela Tranquilina Iguarán arrullándolo con boleros o tangos, sí pudiera presumirse de acuerdo a la sentencia de Balza. Pero lo que sí influyó seguramente en su gusto por la música, fue la circunstancia que su madre Luisa Santiaga tocaba el piano y su padre Gabriel Eligio el violín, y que así precisamente llegaron a conocerse. Pero lo más certero fue que su hermano Luis Enrique lo enseñó a tocar guitarra y la caja.
Y ya que hablamos de abuelos, es impresionante la investigación sobre Nicolás Ricardo Márquez y otros antepasados plasmada en García Márquez: El viaje a la semilla, la estupenda biografía del escritor colombiano Dasso Saldívar. Como diría su prologuista William Ospina: “Es difícil que otro biógrafo logre darnos el soplo torrencial de ese viento de milagros poéticos que es la vida de García Márquez, y trasmitir el embrujo del mundo al que Gabo pertenece”. O dicho por el propio Gabo: “Si hubiera leído antes El viaje a la semilla, no habría escrito mis memorias”. Eso le dijo García Márquez a Plinio Apuleyo Mendoza después de haber leído el libro en tres días sin poder soltarlo.
Pero volviendo a nuestro tema vale reseñar también el libro del periodista César Coca García, García Márquez canta un bolero: Una relectura en clave musical de la obra del Nobel colombiano, libro que no tengo por ahora, pero que será fundamental para una segunda parte de esta serie, pero si pude acceder al ensayo García Márquez, un crítico musical enmascarado, reconociendo que aunque nunca ha ejercido la crítica como tal, si detecta opiniones de ficción, y en el caso de Memorias de mis putas triste”, el protagonista es un crítico musical de los que ven publicados sus textos en el periódico local.
En Del amor y otros demonios, una historia que ocurre en Cartagena de Indias a mediados del siglo XVIII, hay un detalle que sin ser bolero, -faltaría más de un siglo para que apareciera Tristezas, el primer bolero de 1895-, sí resume la esencia del amor siempre presente en la historia y en la música: “El marqués (de Casalduero) desempolvó la tiorba italiana. La encordó, la afinó con una perseverancia que sólo podía entenderse por el amor... Ella le preguntó por esos días si era verdad, como decían las canciones, que el amor lo podía todo. -Es verdad-, le contestó él, “pero harás bien en no creerlo”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098