06/06/23. A las dos de la mañana, en esta parte de Caracas, sólo se oye el agua al botarse. Antes del mediodía, el agua no se oía mientras caía en la calle frente al estacionamiento del centro comercial. El dedo índice del obrero apuraba el chorro; manguera verde de metros sobrantes y esa calle, por aquella parte de, salpicaba la acera y las cornetas, las motos, “ferro ferro ferro”, esa canción de trabajo de colector, o colectora, de pregón de estos tiempos, acompañaba al charco silente de más abajo. Hay tonos derramados por la Baralt.
Un tipo duerme, con el morral amarrado en la barriga. A las cinco y media, la muchacha voltea a cada rato y, o la alcanzo y la paso, o le bajo dos y que se aleje. Con miedo no. En plaza Venezuela, con Operación Tumultico, me bailaron el teléfono. Luché contra la fuerza que se hundía cerca del codo y sin sutileza, no sentí cuando lo sacaron de. “¿Cargabas el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón en el metro?”, me preguntó cualquiera, mirando como se mira aquí.
Eran las seis y tres de la tarde. Lo recuerdo clarito, fue la última vez que lo vi. Menos de cinco minutos esperando en esa estación de aquella línea que se tarda más. “Si le pones Caminándola, quien te manda”, me dijo ella, que a veces me acompaña.
Entonces, decía que la camino. Desde El Valle, tipo calle 14, para promediar, hasta El Cementerio, La Gran Colombia túnel, y cuando llegas al final del, como siempre, es otra Caracas. De San Agustín a La Candelaria, de Catia a Gradillas en esta “ciudad intranquila” llena de chicharras la gente camina que jode. Y usa bastón y silla de ruedas y, hermano, es arrecho. Es arrecho, breve silencio y bórralo. ¿Qué vas a hacer? Tienes los dos pies con sus piernas, agradeces y sigues caminando. Aquel toma fotos, el otro se tambalea, ella mira el teléfono, caminas tanto que cuentas las alcantarillas sin tapa, uno dos y tres y llegas a 15, que hay en la acera entre la Cota 905 y Roca Tarpeya. En el medio, en ese puente mágico que llega al Sebin, vehículos que usaron gasolina, camionetas y camioneticas inservibles están como haciendo una cola de gasolina de carritos de juguete de un niño malhumorado, “puestos” unos encima de otros. Uno pasa por ahí y se queda viendo la vaina y se puede caer en un hueco de esos y por eso es que a uno se le olvida el apagón del 2019.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @elyerbatero2020
FOTOGRAFÍA ALEXIS DENIZ • @denizfotografia