17/05/2023. Transitamos tiempos de grandes paradojas. Por un lado, hay quienes están convencidos que las mujeres ya han obtenido todo lo que pudieran desear. Otros, que temen las reivindicaciones feministas más que cualquier otra cosa. Para frenarlas, diseñan un discurso en el que todo lo que pidan las mujeres se cataloga de nazismo o de ideología.
Omiten que sólo una perspectiva de género es capaz de permitir la igualdad de manera sostenible. Por ejemplo, una que reconozca lo diferente que es socialmente ser un padre o una madre. En lo concreto, es en relación a las obligaciones de los padres y las madres donde se puede observar cómo el “derecho” sigue siendo patriarcal. Para el padre, el legislador se limita a establecer que debe ser responsable de la manutención de los hijos incluso si con ellos no tiene convivencia. Sin embargo, la obligación se determina en función de los ingresos que declare y en tiempos de tan bajos salarios, esto a veces no es ni sal y agua.
Pero la madre… ¡Ay! ¡La madre! Con la criatura que pide comer, que quiere helado, que en la escuela le piden la cartulina, el foami, la franelita de la promoción. La mujer tiene que darle porque ¿qué más le toca? La madre siempre puede, resuelve, y si no, es una terrible mujer porque al final, hasta de que el marido le haya salido mal padre, tiene culpa ella.
Es en lo concreto donde nos damos cuenta que no hemos llegado al final del camino. A cada paso que se da, a cada derecho que se obtiene, nacen nuevas complejidades que atender. Entre ellas, el cada vez más estudiado problema de la violencia vicaria. Una manera de prolongar el maltrato y la violencia contra la madre a través de los hijos, haciéndoles daño, amenazando con hacerlo o buscando maneras de quitárselos a modo de venganza.
En vez de ver grandes esfuerzos por compensar las diferencias en obligaciones, en impacto económico de procrear o de limitar estas formas de violencia, hoy los periódicos llenan sus planas hablando de vientre de alquiler y de gestaciones en mujeres que presentan muerte cerebral, demostrando una visión terrible, deshumanizante de la más natural de las tareas: la reproducción.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta