21/06/2023. Desde uno hasta el otro, en diagonal, hay treinta pasos. Los dos patrimoniales, o uno sí y el otro no; de uno, cada piso son dos y desde el otro, este se ve más grande.
En ninguno funcionan, por ahora, los ascensores. En esa curva suave que se forma en el aire, alguna vez una extensión eléctrica cruzó el espacio y aterrizó en una terraza. Dormir en uno, trabajar en otro, bajar seis, subir nueve, estación café antes del piso uno, libros raros en el otro. Cuando llueve, ya en el puente Llaguno, solitario, acera norte, la supresión de la ese hace que preguntes: “¿Cuánto?”. “Cinco dólares”, y sigue hacia Miraflores. “Paragua, paragua, paragua”.
El calor mojado se queda en las aceras. A las seis de la mañana, sólo aceptan pago móvil en los pocos sitios abiertos. Muchas empanadas esperando el hambre, "cafécigarroscafé", quioscos sin yesqueros con ÚltimasNoticias, La Voz y Correo del Orinoco. Es martes o miércoles o son los tres días juntos porque ya, cuando como, no la miro seleccionar con delicadeza su “último bocado”.
Entonces, una humana me pregunta que por qué ando así.
Pienso en los escombros y los escalones y descansos y en la pauta que no fue: en la esquina este del parque Arístides Rojas, un tipo con una cava azul vendía camarones a siete dólares el kilo; en la esquina oeste, otro tipo cargaba una muñeca de trapo que a su vez cargaba un micrófono de trapo y desde la corneta al lado del semáforo sonaba que: él me mintió, él me dijo que me amaba y no era verdad, él me mintió…con el corazón destrozado, y el rostro mojado, quisiera… Y temblaba toda la muñeca. Algunos conductores sonreían.
De la Andrés Bello, pasando por el devuelto Sambil de La Candelaria hasta donde diga adiós, o Dios. A siete minutos para las seis, no se sabe si de la mañana, el reloj de la Catedral de Caracas se detuvo. Son seis las gradillas de Gradillas; con el séptimo paso, está usted en la plaza. Con la tierra removida por un sistema de riego, los jardines de la plaza Bolívar están cambiando de color.
Apenas amanece, una ardilla persigue a otra y dos loros pasan rozando matas y pensamientos a gran velocidad. A esta altura de la ciudad, y a estas alturas de lo que usted quiera medir, a Caracas le cambió algo más allá de lo que da una simple despedida. A pesar del bululú o del bullicio silencioso de cualquier viernes, los sábados son los días más duros en el despecho, según el doctor.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @elyerbatero2020
FOTOGRAFÍA MAIRELYS GONZÁLEZ • @mairelyscg27