06/07/2023. El personaje intenta comprender lo que se habla al lado de su mesa. Escucha que, según un postulado lacaniano, la mujer no existe. Mira el reloj, falta media hora. Sigue escuchando. Las personas de esa mesa se ven sesudas, inteligentes, estudiadas. Pero… ¿la mujer no existe? ¡Carajo! Mira a su alrededor… dos mujeres están conversando muy relajadas y risueñas en una mesa.
Más acá un tipo joven acaba de tomarle la mano a una chica muy coqueta que la retira, pero no la esconde, como esperando que él se atreva a repetir el gesto. Uno de los sesudos explica que esa negación tiene dos momentos antropológicos, el primero cuando el patriarcado erigió el universo simbólico y lingüístico en donde la figura masculina, más precisamente el falo, se asumió como el paradigma de ordenamiento social. ¡Vergación! Dice para sus adentros nuestro personaje. ¿Cómo hicieron para imponer tal cosa? Una sesuda dice que esa es una verdad a medias… ya que el cuerpo femenino, la menstruación que le es exclusiva, la posibilidad de parir, le otorgan una presencia determinante tanto en la relación social como en el universo simbólico.
Sí, dice el otro, pero se postula el asunto de manera distinta, la mujer se define a partir de la ausencia de falo, de ahí se engendra otra negación desde la perspectiva masculina, que es concluyente, que influye en el segundo momento: es cuando la mujer pasa a ser el primer objeto de intercambio, esto según Levi Strauss y otros antropólogos estructuralistas.
Suena en el ambiente una interpretación de Perfidia por Glenn Miller. El personaje se dice que le gusta más la versión que canta Daniel Santos… “Mujer, si puedes tú con Dios hablar” ¿Levi Strauss? ¿Esa no es una marca de blue jeans? Vuelve a escudriñar su teléfono… faltan diez minutos. Levanta la cabeza tratando de mirar fuera del local. Ya ha pagado el café. El tipo de al lado repite que la mujer no existe, que es un constructo cultural. ¡Por fin! A lo lejos ¡allá viene!… Está hermosa… como siempre. Seguramente ella hubiera entendido mejor la cháchara de la mesa. A ella le gustan esas conversaciones, pero menos mal que no es sesuda. También le gusta el teatro.
Aquí estamos… quién lo iba a decir: yo yendo para el teatro. Peor una vaina antigua, de los griegos. Lee en el boleto: Medea. Parece que se trata de que la Medea esta, mató a sus hijos. Si el esposo hubiera escuchado la conversa seguramente le pinta una paloma a los sesudos. ¿No existe? El tipo de la mesa cercana, por fin le tomó la mano a la muchacha. Las dos chicas de la otra mesa se fueron. Llega esa maravillosa mujer, se sonríen y salen de prisa a ver la función.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098