28/08/23. Conozco a Gilberto Simoza hace veinte años cuando tuve la oportunidad de ser parte de una coral, cuando trabajé en el Servicio Autónomo de la Propiedad Intelectual.
Compositor, intérprete, arreglista y productor musical, su carácter risueño, gentil y ligero denotan su genio creativo. Es una persona siempre receptiva y de rápido pensamiento. Recuerdo que se pintaba el pelo de azul o verde.
Viene de una familia melómana. Su padre, Jesús Alberto Simoza Quero, era cantante y le gustaba la música romántica como boleros de Panchito Risé, Daniel Santos y Pedro Flores, quien de hecho llevó muchas serenatas a su mamá, Trina Esperanza Gil. Ella, a quien le encantaba la música venezolana, no se dedicó a la música pero bailaba muy bien. Allí fue su primer contacto con la música, escuchando a su papá y viendo los instrumentos de los músicos serenateros y el baile de su mamá. Otros familiares músicos: su tío Alfonso, profesional que tocaba flauta, clarinete, guitarra y cuatro en orquestas de Barinas y de Maracaibo, y el tío Alfredo, que no conoció, y fue percusionista de Yolanda Moreno, en el Retablo de las Maravillas.
Viviendo en Caricuao, su hermanita asistía a una escuelita de música y no podían pagar las clases para los dos, hasta que un día el profesor William Scott le dijo a su mamá que sí, que también podía recibir la clase. Luego, su hermana no continuó y él sí, porque le gustaba y era bueno. Ese profesor fue fundamental para su formación, como lo fue Jorge Benzaquén.
La música se definió como su carrera y abrazó al cuatro como instrumento de creación, siendo el único en su época que lo tomó como instrumento de concierto.
En la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas se vinculó al trabajo coral, a las estudiantinas y a otros instrumentos como el piano, que ya había tocado su puerta. Estudió violoncello con Florence Essenberg y con Gilberto Rebolledo, teoría y solfeo. Para él, la escuela de música fue el lugar donde descubrió las herramientas para escribir y graficar los sonidos y en esa época creó la Orquesta Experimental URBE, que fue la primera orquesta de este tipo en Venezuela. Allí tocaban Aquiles Báez, Victor Mestas, Arturo García, y los Grillet, Flora, Ramón y Agustín, entre otros.
Entre la gente que admira están: Juan Carlos Núñez, maestro y amigo, Gilberto Rebolledo, que fue su profesor, y el primero en montar un tema de Gilberto llamado Merengue Sencillo con la Coral Estudiantil de la Universidad Central de Venezuela, Alberto Naranjo, con el que estudió composición y orquestación para metales.
La música venezolana es su fuente de inspiración, que la ha trabajado desde la contemporaneidad, buscando innovación a través de la investigación. Su belleza, variedad de ritmos, armonías y melodías, lo llevaron a una conjunción mágica, experimentando hasta lograr un lenguaje generador de obras frescas y cargadas de dinamismo y novedad, utilizando elementos del rock, blues, jazz y del Caribe. Los ensayos sonoros los probó con Simoza´s Trío entre otros grupos creados por él, como fases de prueba de sus creaciones.
Un hito importante fue su composición El Manduco, con la colaboración de María Rivas en el año 1992. Una canción tradicional de lavanderas que Gilberto transformó en una pieza bailable, ícono de las fiestas venezolanas. Padre de El Manduco, supo posicionarse en el mainstream nacional y representó una rara avis musical.
En fin, como animal urbano que es, en su idea de crear una propuesta urbana, con sentido y sabor e identidad sonora caraqueña nació AFROTRÓPICO, Canciones del Imaginario Urbano.
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POR ROCÍO NAVARRO AMARO • epale.rocio.navarro@gmail.com
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia