26/09/23. El hábitat natural de Deyna Castellanos siempre ha sido el área rival. Allí la vimos crecer como futbolista y convertirse en una de los mejores del planeta.
Deyna y gol son sinónimos inseparables que han convivido sin dificultad desde que esta deslumbrante jugadora apareció en el mapa de la selección nacional sub-17 y la llevó a cotas impensables para el fútbol venezolano: dos títulos suramericanos, cuarto lugar en los Mundiales Sub-17 de Costa Rica y Jordania respectivamente, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Nankín 2014, y en el camino el tercer lugar al premio The Best de la FIFA como una de las mejores de 2017.
Ha pasado el tiempo y Deyna ya no es la niña que paseaba a todas las rivales en las categorías menores. Las exigencias del profesionalismo son otras y en el Manchester City no la necesitan merodeando el área, sino como una todocampista que va y viene, que filtra pases y también puede llegar a rematar desde la segunda línea.
En el Manchester City de Inglaterra no es goleadora, claro que no, pero la selección es otra cosa. Pedirle que juegue lejos del arco, tirada atrás con la función de una todocampista que avanza y retrocede, que saca al equipo del fondo y arma la jugada, pero que tiene escasas posibilidades de definir en el área es una disposición táctica que va en contra de la naturaleza de Deyna en el equipo nacional.
Es un contrasentido, porque las artistas del balón, las jugadoras diferentes que poseen una calidad superior y un instinto afinado para resolver las dificultades en el área con un gesto técnico no sobran en el planeta fútbol. Deyna es una de esas privilegiadas que entiende y descifra las complejidades de una jugada en fracciones de segundo.
No deja de resultar extraño, en consecuencia, ver a la mejor atacante de la historia del fútbol nacional, a nuestra versión femenina de Stalin Rivas y Juan Arango, transitar los noventa minutos del juego con apenas una opción de encarar el área, cuando en el segundo tiempo ante Uruguay se adelantó unos veinte metros y recibió un pase filtrado que la dejó de cara al gol.
¿No es más útil para la selección femenina que la jugadora que más sabe con la pelota y tiene mejores condiciones físicas y técnicas para liquidar en el área lo haga sin contemplaciones? ¿Qué sentido tiene desgastar a tu mejor pieza en un ida y vuelta agotador, cuando puede tener las ideas y las piernas frescas para resolver en el área en un tris?
El juego de Deyna, su naturaleza intrínseca de killer del área, no hay que suprimirla con un método conductista de Naranja Mecánica como el filme de Stanley Kubrick, sino alimentarla con otras jugadoras con condiciones para tocar, asociarse y hacer que las habilidades de la maracayera se potencien a su máxima expresión. La selección tiene futbolista de buen pie como Bárbara Olivieri, Oriana Altuve y Dayana Rodríguez con sensibilidad para armar paredes y jugar a algo más que al pase largo o los cobros de balón detenido de Deyna.
En el fútbol de hoy hay que correr y sacrificarse, hasta Messi lo hacía en el Barsa de Pep, pero sin los artistas del gol definiendo, no sería fútbol sino rugby.
POR GERARDO BLANCO • gerarblanco65@gmail.com
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancorui