19/10/23. Los pregones eran anuncios que se hacían a viva voz por las calles, era la forma de proclamar y publicar las mercancías que se vendían de manera ambulante, vale decir que además de ser un medio comunicación social, ha sido de las primeras formas de publicidad de la humanidad. Y El Manisero es un pregón que se hizo uno de los temas musicales más conocidos del mundo. Es la pieza musical que le abrió mercado en Estados Unidos al folclor caribeño.
Hay temas controversiales, y cuando esta vez me refiero al tema de una pieza musical, más de una vez ha ocurrido que muchos se atribuyen la autoría, pero donde se sube la gata a la batea, es cuando se trata de pregones, esa práctica popular de anunciar un producto, que se instala en el inconsciente colectivo de la humanidad. Por ejemplo, Félix B. Caignet atrapó las Frutas del Caney: “Frutas, quién quiere comprarme frutas/ mango del mamey y bizcochuelo/ piña, piña dulce como azúcar/ cosechadas en las lomas del Caney / Traigo rico mango del mamey y piñas/ qué deliciosas son como labios de mujer”. Poesía popular vuelta pregón...
Pero en el caso del son pregón El Manisero de autoría en letra y música de Moisés Simons, cuentan los cronistas que en 1927 sentado en un café habanero en la esquina de las calles San José y Amistad, con Sindo Garay, llegó un vendedor de maní con su pregón, le compraron un cucurucho, Simons improvisó un pentagrama en una servilleta, plasmó una notas, y las guardó.
Allí ocurrió el fenómeno, más allá de quién haya escrito la letra, que como diría el antropólogo Fernando Ortiz, el verdadero creador sería un anónimo vendedor de maní de La Habana. Hay quienes dicen que fue escrito por Gonzalo G. de Mello, aunque definitivamente la autoría sea letra y música de Simons. Sin embargo, Jaime de la Hoz Simanca en Letralia reseña: “El alucinado escritor Reinaldo Arenas, autor de la dramática autobiografía Antes que anochezca, que en sus tiempos de niño se repetía en los tertuliaderos de La Habana que el autor de El Manisero no había sido Moisés Simons ni Gonzalo de Mello, a quienes se les atribuye la letra, sino un zambo sin nombre ni apellido que todas las tardes rompía el silencio con un vozarrón de trueno que anunciaba, a lo largo y ancho de las calles de La Habana, la hora de divertirse, pues llegaron, señoras y señores, los cucuruchitos de maní”.
Según aquella versión, el susodicho zambo era un juglar auténtico que promocionaba su mercancía mediante versos frustrados en la rima; pero ricos en narración y ritmo. Era, según los contertulios de ocasión, la época de mediados de los años veinte del siglo pasado. Así, los cacahuetes, como también se llama a la frutilla, alcanzaron una fama inusitada, pues el empalagoso sabor se acompañaba con un canto que se hizo popular hasta el punto que, años después, apareció envuelto en partituras que originaron el son”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098