03/11/23. El asunto parece estar saldado para varios Papas interrogados: el purgatorio no es un lugar al que se va. Siendo así de aquel lado, desde la ladera del lado mío, …prendiendo la vela y poniendo pa’l tabaco, pa' la yuca, pa’l pescao y rogando por mi pollito que se fue a la calle y ruego a Dios que naiden lo jaye, canto por las ánimas benditas que están en el purgatorio…, el encuentro con las ánimas no se ha dado; canciones mediante, a cualquier caminante le pasa que tras larga ausencia se extingan las carencias pero ese es otro cuento y este no es el momento.
Dos entonces y medio
Entonces, la señora caminaba y a las ánimas rezaba. Iba sola y asustada porque por esa parte robaban. Los malandros, acostumbrados, sabían del cajero aperturado en ese lugar oscuro, aguado y orinado y allí se habían apostado, a esperar a la víctima, la que sea que tocara porque hasta para eso se encomendaban. Miguelito, desde entonces, en otro mito tornó, pero esa consonante el cuento no cambió. Vino otra vez, la señora, y volteó: ni un alma a la derecha y ni un perro apareció y ella se atrevió y todo el dinero sacó. Con su fajo de billetes, apurada y persignada, rapidito se salió; el camino apuró y se sentía sudada pero no le importaba cuando de pronto salió de la nada aquel tipo que pasó a su lado, con cara de susto, es decir, asustao…
Son muchas las ánimas, benditas o no, bíblicas o no y expurgadas y excomulgadas, ajustadas a estatutos impuestos desde aquí, donde faltan tantos, a pesar de los esfuerzos y el camino maltrecho. Es un hecho incuestionable que una vez que se ha marchado el cuerpo inanimado no teclea, ni imprime, ni lee, y las ánimas, que se sepa, existen en el pasado porque volviendo al cuento, que no ha terminado, la señora llegó a su casa cantando, perdón, contando, perdón otra vez, narrando lo que le había pasado: Entonces, Nancy me dijo que yo andaba en un alboroto con mucha gente y no lograba acercarse a saludarme; arrugué el entrecejo, maña que tengo de un tiempo para acá, cuando acompañaba a los que están a punto de irse al más allá. De tantas y tantos que acompañé, quizá, me hicieron mano vuelta y me protegieron. ¿Quieres una arepita?
POR GUSTAVO MÉRIDA • @gusmerida1
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ