17/11/23. Caracas es una ciudad versátil y cada uno de quienes la habitan o la visitan, puede cambiar de piel junto a ella. Es posible convertirse en un ser mudable con esta ciudad, y de un momento a otro pasar del concreto, la salsa, la rumba, el ajetreo en las esquinas de La Hoyada, a la calma de una naturaleza que nos vigila siempre desde lo más alto de los cielos caraqueños.
Esta urbe venezolana es más que concreto y rieles, es una ciudad que canta al ritmo de las aves y se mece en el baile de sus árboles. Ella nos da más que caminos de asfalto. Si se mira más allá, se encuentran las miradas con nubes que la franquean, y los verdes y azules convirtiéndose en un solo color.
La cuna de Bolívar tiene muchos paraísos que fluyen en la colorida rumba caraqueña, y se mezclan con ese entorno citadino de una ciudad que alberga a más de cinco millones de habitantes, y que, además, es el destino de miles de turistas.
En el suroeste de la ciudad, alejándonos del Waraira Repano, hay un paraíso que se convirtió en un lugar de encuentro y conexión entre la Venezuela toda, y los colores y cantos que adornan Caracas. Hablamos de El Laguito, ubicado en el Círculo Militar, avenida paseo Los Próceres, parroquia San Pedro.
Si bien anteriormente a este espacio solo tenían acceso miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), actualmente todos tenemos el privilegio de llenar nuestros pulmones con el aire que allí se respira, y de mudar la piel.
El Laguito, como otros espacios que antes estaban destinados a quienes hacían vida militar, fue democratizado con la llegada del Comandante Hugo Chávez, para que todos tuviéramos la oportunidad de vivir la experiencia de conectarnos con lo que somos.
Primero echemos el cuento
Esto empezó hace setenta y tres años, específicamente, en el año 1950. Antes de ser el Círculo Militar de Caracas, era un conjunto de haciendas privadas conocido como “Conejo Blanco”. En la década de los cincuenta se inició la construcción de este parque en un área de 25 hectáreas de terreno. Fue diseñado en su totalidad por el famoso arquitecto Luis Malaussena.
En el año 1953, el entonces presidente de la República, Marcos Pérez Jiménez cortó la cinta del acto de inauguración del Círculo Militar de Caracas.
Inicialmente, El Laguito estaba destinado al uso y disfrute exclusivo de militares pero hoy en día está abierto al público en general.
Conexión con la historia
Para acceder a El Laguito, antes, hay que pasar por el paseo Los Próceres. Allí donde se erigen macizos, los héroes de nuestra Patria. Aquellos que sin dar descanso a su brazo ni reposo a su alma, lograron la Independencia de Venezuela.
Es imposible pasar y no fijarse en el vuelo eterno de las capas de Bolívar, Miranda, Sucre, Urdaneta, y otros que están allí perennemente avistando a la Caracas que soñaron.
Tampoco es posible andar por ese largo camino y no sentir que el corazón se infla de orgullo frente al gigantesco tricolor que ondea bajo la mirada, también orgullosa, del Waraira Repano, y que pareciera gritar desde sus alturas “¡Viva Venezuela!”.
Allí deviene el pensamiento patriótico que hincha nuestras venas de pasión por nuestra historia y agradecimiento para nuestros héroes. Además, es allí en ese paseo, donde cada fecha, que es una fiesta para la Patria, desfilan mujeres y hombres que conforman nuestra FANB.
El paseo Los Próceres hay que transitarlo para poder impregnarse con esos sentimientos. Vivirlo y exponerse a la historia descubriendo cada huella que dejó nuestro Libertador mientras luchaba contra los colonizadores españoles junto a los héroes patriotas.
Paso a paso por El Laguito
Una vez terminado el recorrido por el paseo Los Próceres, se puede ingresar a El Laguito, a través del acceso para peatones de la alcabala militar. Si se va en carro, también se usa esta entrada.
Cualquiera que sea el medio de traslado, será posible sentir el saludo de las guacamayas anidando en la cima de las palmeras. Es un saludo recíproco que canta. Es decir “hola” a la brisa, y esta lo devuelve con un abrazo refrescante. Es saludar a los árboles y estos dan la bienvenida con un bamboleo de felicidad.
Si llevas carro, hay suficiente espacio para estacionar, si vas caminando, puedes iniciar tu recorrido por las caminerías. Lo más recomendable es ir con ropa cómoda o deportiva, para emprender el trayecto alrededor del laguito y hacerte uno o una con todo el entorno.
El desplazamiento puede iniciarse desde el este de El Laguito, que hace su recepción a los visitantes, tranquilo y brillante. Sus aguas no son profundas, pero bastan para los peces que allí viven. Inmediatamente, estas aguas contagian su tranquilidad a quienes observan. Es como una hipnosis que sumerge en un ensueño de verdes tonalidades.
Alrededor de este manso lago, una ladera de césped que contrasta con el color lacustre y brilla debajo de las palmeras, es el camino de las aves más pequeñas, además de gansos, patos y tortugas que levantan su vista para saludar a los transeúntes. Sin embargo, estos animalitos están en su rincón de ensueño e invitan a quienes pasan a descansar sobre la grama.
Es momento de seguir, se ven los niños y niñas saltando en el parque dispuesto para ellos. El tobogán, el sube y baja, la casa de madera o el columpio, son algunas de las atracciones en las que retozan los más pequeños.
Más adelante, hay un horizonte en el que el laguito continúa siendo protagonista. Hay otros espacios para el encuentro, pero el silencio acompañado por el trinar de las aves y el canto típico de las guacamayas, permite aislarse por un momento de la cotidianidad.
Se puede tender una manta en sus laderas y compartir con la familia, los amigos y amigas, la pareja, con la otredad, o para estar consigo, con un libro y la música que entona el agua de la fuente que choca con las aguas mansas del laguito, y que también se vuelve mansa.
En estos espacios se puede estar desde las ocho de la mañana, hasta las ocho de la noche. Por lo tanto, se aprovecha este sosiego, incluso, en las últimas horas de la tarde para ver el sol detrás del Waraira Repano, que cae como un titán sobre la Caracas nocturna.
Recreación y deporte
Hacia el ala oeste de El Laguito hay cinco canchas de tenis, una de usos múltiples, una de softbol y una de kikimbol para quienes prefieren jugar un partido mientras oyen a las guacamayas haciendo barra.
También hay gimnasios al aire libre, donde, sin ningún compromiso, todos pueden usar las caminadoras hechas con cariño, por los herreros de la ciudad. Hay dos estaciones de entrenamiento al aire libre en el ala oeste.
Para los más aventureros la sala de bowling y la piscina con un tobogán de al menos 20 metros de altura, para arrojarse a las aguas azules.
Además, los restaurantes para comerse un buen plato de empanadas con un juguito natural. Otras variedades ofrecen en el conjunto de tiendas que hay en este complejo.
¡Cuidado!
En El Laguito se puede andar en patines, patineta, bicicleta, pero nunca, nunca, pisar con ellos la grama, o apoyarlos contra un árbol, para evitar hacer daño al hogar de las especies que viven allí.
En El Laguito todos podemos estar, siempre que seamos conscientes de que su belleza la preservamos quienes lo visitamos. Tampoco es recomendable dar alimentos que consumen los humanos a los patos, gansos y tortugas, menos a las aves. Los cuidadores del parque dicen que “no es bueno arrojar nada que contamine las aguas tranquilas del laguito”.
Por allá, preguntando se llega hasta Roma, hay una tiendita, donde se pueden adquirir alimentos para estos animalitos, y así los alimentamos y cuidamos.
Ahora, El Laguito es de todos, y en él se hacen ferias y encuentros internacionales. Este año, este complejo recibió a la 19° Feria del Libro de Venezuela (FILVEN).
Ahora, entre libros y naturaleza, se vive más bonito la Caracas verde, la Caracas heroica, la que canta desde muy temprano al ritmo de las guacamayas y que se acuesta muy tarde, cuando las estrellas coronan el Waraira Repano.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia