09/12/2022. Juancho Domínguez es un tipo enternecedor. Cada vez que uno lo ve provoca darle un abrazo. Este fotógrafo urbano irradia serenidad y humildad, y detrás de su calma hay un ojo que se entrenó para captar imágenes memorables en medio del barullo de la ciudad.
Juancho es un músico que después de los setenta años incursionó en la fotografía con mucho éxito. Hoy en día se destaca en el oficio con diversos reconocimientos. Hace poco, su hijo Zoum Domínguez le rindió tributo a la labor de su papá con el documental Fotógrafo callejero (2022). Conozcamos más del ojo avizor de Juancho Domínguez.
—¿Cómo se define Juancho Domínguez?
—Yo creo que soy una persona que siempre ha querido transmitir no solamente lo que siente sino lo que sabe. Siempre he querido tener un público a quién dirigirme: ya sea de una forma artística (cuando hice música). Al mismo tiempo fui profesor en la universidad, y tenía un público a quién transmitir mi conocimiento. Ahora, después de los setenta años, también estoy tratando de transmitir mis sentimientos a través de la fotografía.
¿Qué ves cuando ves?
—Lo que yo veo son escenas. Al mismo tiempo, pequeñas historias. Yo quiero transmitir esas pequeñas historias que veo en escenas. A veces veo algunas cosas en sobre relieve, que se salen de todo ese pandemonio. Siempre es una escena.
—¿Cuál es la foto que vale la pena?
—La que habla por sí misma, y que hace que el observador la quiera volver a ver.
—¿Cómo definirías las calles de Caracas?
—No sé. Las calles de Caracas son las que yo conozco. A profundidad, las únicas calles que conozco son las de Caracas. A mí me encanta, porque parece una ebullición constante: cambiante. La gente está alegre, no la veo marchita. Normalmente la gente transmite alegría.
—Cuéntanos de tu etapa de músico
—Al igual que en la fotografía, para mí lo fundamental es la composición. También como músico: todo el tiempo la música que yo hice fue compuesta por mí. La composición es lo que a mí me mueve. En 1980 montamos una opereta llamada Aventuras y desventuras de Martín el tuerto. Era una fusión de rock y jazz. Mi vida cambió por muchas circunstancias, y comencé a componer música para teatro. Luego seguí componiendo por mi cuenta. En mi etapa más infernal, estaba haciendo una música que bauticé "Juancho Domínguez, a su mínima expresión".
—¿Qué es lo más fotografiable de Caracas?
—Para mí, lo más fotografiable es la gente; porque no concibo la fotografía sin la gente. También está la musicalidad. Recuerdo mi adolescencia: en esa época, la música va a juro pegada a la adolescencia. Cuando escuché a Los Beatles, fue algo diferente. Eso me entusiasmó, y me fui ligando con músicos. A los dieciséis años ya estaba metido en un grupo de rock: teníamos un quinteto. Yo veo los errores que cometo de luz, de configuración de la cámara y hablo con fotógrafos. Mis influencias son el rock, el jazz y la salsa. Los Beatles, John Coltrane, Eddie Palmieri son mis referentes.
Ideológicamente soy espiritual. A mis dieciocho años tuve una crisis existencial y me llevó a cuestionar la existencia de Dios. Luego me sacudí todo eso, y dejé de creer en Dios. Cuando entré a estudiar economía en la universidad, me cayeron los libros de Marx, y eso fue como si se me cayeran escamas del entendimiento de los ojos. El marxismo me dio esa luz fundamental. El marxismo me dio mi concepción del mundo.
—¿Cómo definirías la fotografía?
—Para mí la fotografía es el espejo de la vida. Considero a la cámara fotográfica como una máquina de la eternidad. Cuando tomas una foto, eternizas el momento: ya sea un paisaje o una persona. Cuando uno revisa las fotos de la familia, se consigue al bisabuelo eternizado. Es una máquina eternizadora.
—¿Cómo definirías este tiempo?
—Este tiempo tiene una particularidad: la proliferación de la imagen. Creo que vamos a tener que reflexionar mucho con el uso de los celulares y la imagen. La imagen es un discurso completo. Uno toma una foto con el celular, y ya lo estás diciendo todo. Creo que este es un momento histórico importante con la imagen. El idioma de la imagen es más rápido que todo. Eso puede llegar hasta las escuelas: los niños ahora toman una foto también y están hablando por medio de la imagen.
—Háblanos de tu documental Fotógrafo callejero.
—Esa fue una excelente idea de Zoum Domínguez. A través de la fotografía, nosotros nos reencontramos. Estábamos distanciados. Cuando yo comencé con la fotografía, mi referente era él. Él hacía videos, trabajaba con la cámara. Entonces empecé a enviarle las fotos que yo tomaba, y él me fue haciendo críticas y dando ideas. Me asesoró muchísimo en fotografía.
A Zoum Domínguez se le ocurrió hacer el documental, y contar una pequeña historia. Ese documental fue también muy importante para mí, porque me acercó muchísimo a él. Él me convenció e hizo todo.
—¿Cómo tomar buenas fotos si no tienes plata?
—Yo comencé con una camarita de 70$. Me di cuenta de que eran muy malas, y empecé a buscar en Internet para aprender: agarraba tutoriales aquí y allá para ver cómo mejoraba la cosa. Con la ayuda de mi hijo y de los fotógrafos Edgar Moreno y su esposa Susana Armas (ya fallecida) fui mejorando con esa misma camarita. Tienes que proponerte a hacer buenas fotos con lo que tengas en la mano. La cámara no es la que hace buenas fotos. Las fotos las haces tú, aunque no sea la mejor cámara del mundo.
Si te gusta la fotografía y te apasiona, tendrás que hacer una inversión mayor. Cuando ya tú estás progresando, te das cuenta de que necesitas algo más acorde con esa superación que has tenido. Pero lo fundamental es cómo compones las fotos: qué dices con las imágenes. Es importante qué le dices al espectador: qué le dices a la persona que está viendo la foto. Eso es lo fundamental, y para eso no se necesita una cámara carísima.
—¿Cuáles son los códigos visuales de la calle?
—Aquí estoy raspado en este interrogatorio (risas). No sé qué decirte. Pueden ser muchísimos: la ropa, los colores, los letreros. Lo que sí creo, es que la fotografía de calle debe hacerse con gran honestidad.
—¿Qué mensaje le das a la comunidad de la revista?
—Yo no sé. Yo no creo que sea una persona que le esté dando mensajes a nadie. ¿De qué les podría dar mensajes? Mi vida ha sido puro tropezón. Me aferré a la fotografía con pasión y aquí me tienen. En todo caso, les diría que no abandonen nunca la pelea. Hay que estar en la pelea, y en la pelea no siempre vas a ganar. Pero tienes que estar en la pelea hasta el final. Hasta el último round. Pelea siempre, pelea por el mundo. Pelea por tu mundo: pelea por un mundo mejor.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
FOTOGRAFÍAS MICHAEL MATA • @realmonto