12/01/24.
UN FINAL DE ENTUSIASMO
Faltan cinco pa' las doce, y muchas familias se preparan para el ritual. Cargan puestas pantaletas o calzones amarillos, tienen las doce uvas, lentejas, la maleta, el billete en la mano, se montan en una silla, tienen el tobo de agua para lanzar, los calendarios para botar por la ventana, los estrenos y Radio Rumbos a todo volumen. Suenan las doce campanadas, y todo el mundo empieza a abrazarse: ¡Feliz año! "Que este año sea bueno". Se oye en la radio el lacrimógeno poema Las uvas del tiempo, de Andrés Eloy Blanco. Algunos empiezan a echar el moco, mientras otros sacan el calendario para contar cuántos puentes y feriados bancarios habrá en este nuevo año. Empiezan así los rituales de año nuevo: sale la gente corriendo con la maleta para ver si viajan fuera del país. Brincan de una silla para encontrar un nuevo amor, y se tragan doce uvas con los doce deseos para cada mes. La familia se sienta en la mesa, y comparte anécdotas y altas calorías. Empieza así un nuevo ciclo.
LA REALIDAD GOLPEA
Cada fin de año mucha gente decide que ahora sí, este es el año, como dicen los Tiburones de La Guaira. Hay quienes hacen una listica de resoluciones y deseos en la que lograrán la paz mundial, la cura del cáncer y el fin de la crisis económica. Sin embargo, cuando cae el primero de enero, a casi todos se nos olvidan nuestros buenos deseos. Arranca el año con un gran letargo macerado con comida recalentada y películas navideñas tontas.
Por otra parte, muchos arrancamos el nuevo ciclo con las cuentas en rojo. Resulta que nos volvimos locos celebrando la Navidad, y ahora toca pasar el primer mes del año como un faquir: gastando lo mínimo para sobrevivir. Por otro lado, los excesos con el pan de jamón, las hallacas y la torta negra nos dejaron unos cuantos kilos demás que hay que eliminar.
Asi que por lo general, el inicio de un nuevo año no supone necesariamente que vamos a empezar de cero. En realidad heredamos las consecuencias de lo que hemos venido construyendo en el pasado, y el tiempo nos exige que seamos cautos o responsables para poder sobrevivir con dignidad.
Además, los deseos poco realistas más bien garantizan frustraciones seguras. Si no tuvimos hábitos de ahorro, difícilmente lograremos comprar esas cosas que soñamos. Lo mismo pasa con la dieta, el título universitario soñado, los viajes y demás. Igualmente, si en años anteriores no tuvimos buenas relaciones con familiares, pareja o amigos, difícilmente todo cambiará de la noche a la mañana.
SOMOS UN CONSTRUCTO
Lo más sano que podemos hacer para que este año nos vaya chévere es ir tomando las cosas como vienen. También es más sano crearnos metas sencillas que no nos generen angustia. A fin de cuentas, nadie nos está esperando para que nos apuremos a demostrar que somos los más arrechos del mundo. El concepto de competencia es una idea sembrada por el capitalismo para que suframos cumpliendo con expectativas irreales que generan consumo y frustración. Ante la carrera descarnada que presiona el sistema, seguir el biorritmo natural de nuestros pasos es un acto revolucionario.
En este nuevo año, les deseo que abracen y acepten sus vidas como son, y que poco a poco vayan disfrutando del proceso de seguir construyendo el buen vivir que desean, sin prisa pero sin pausa. Recordemos que las fotos en redes sociales no siempre muestran la realidad.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ