12/02/24.
Las que siembran y cultivan agua
Continuamos en el páramo merideño, en el municipio Rangel, conociendo experiencias de producción agroecológica, plantas medicinales y sembradoras de agua. Ahí dimos con la popular, Ligia Parra, una paramera risueña que encanta al contar su historia de vida, con una fuerza espiritual que se percibe a distancia y un conocimiento ancestral que nos lleva a cuestionar la relación cotidiana que tenemos con la naturaleza.
“Nosotros realmente no somos nada, somos igualito a un grillo, pero Dios nos dio la inteligencia para cuidar de la pacha aunque le salió el tiro por la culata porque somos los que más la destruye”, comparte Ligia.
Hija de Jesús María Parra y María Elauteria, parió cinco varones y crió una hija guajira, fue educadora por treinta años en Maracaibo y volvió al páramo a cuidar las tierras que le dejaron su padre y madre, tenía que hacerse cargo de eso aunque no estuviera en sus planes. “Al final uno no tiene nada en este planeta, tiene lo que lleve aquí (corazón) y aquí (cabeza)”. A la finca le puso por nombre "Mis 7 amores más 3mil amantes".
“Yo considero que todo ser humano que viene a este plano terrenal tiene una misión, no venimos a estorbar ni a dar guerra aunque hay algunos que andan en eso pero tenemos que reconocer a qué vinimos y cómo lo vamos hacer”.
Ella tiene un propósito y esto lo confirmó hace años cuando quiso ser parte de una organización, en la que están todos los agricultores y agricultoras del municipio, llamada Comité de Riego, se postuló pero no votaron por ella, igual permanecían las ganas de ejercer un liderazgo “yo lo que quería era mandar (jajajajaja)”. Ahí se terminó postulando para el cargo de comisario de ambiente, que es un espacio que mayormente era ejercido por mujeres, pero ahí sí votaron por ella, fue nombrada Comisaria de Ambiente y tenía que estar pendiente de revisar las tuberías, los tanques, pero no estaban incluidos los humedales.
Resulta que por allá, en 1998, se secó la micro cuenca y eso dificultó el acceso al agua de consumo, entonces fueron por ella un grupo de agricultores para ver qué podía hacer “y yo más perdía que los perdíos, yo no sabía nada, ni donde estaban los humedales ni nada”. Ahí empezó a hurgar en la memoria ancestral y a conectarse con la madre tierra, escuchando y haciendo caso a su corazón. A los dos años bautizaron el pantano ciego como La Laguna del Amor y la Esperanza.
Ahí empezó el trabajo y más nunca se deshizo de él, tiene veinticuatro años trabajando en el resguardo, cuido y forestación de los humedales, así mismo rescatando el saber ancestral de los indígenas de Suramérica.
Pero, ¿cómo es que lo hace?, insistía en querer saber más porque parecía un misterio mágico. Ella me miró fijamente y dijo que hay algunos secretos de la tierra y el agua que no puede revelar pero que en un lindo ritual de afirmaciones, visualizaciones, cantos y armonía es posible devolver el agua a los humedales, eso sí, tiene que haber por lo menos una gota, si se seca completamente no es posible que vuelva a ser humedal. Claro está también un conocimiento científico en el hecho de la siembra de agua, pues se necesita de todas las condiciones climáticas y ambientales para que ocurra.
La siembra de agua es un práctica ancestral que asegura la actividad agrícola, donde hay escases o donde el cambio climático afecta directamente y, así como se siembra también se cosecha.
Como buena educadora, Ligia tiene una tarea titánica en las infancias: enseñar a sembrar agua para que nunca se pierda la esperanza. Ximena es una niña de ocho años que es sembradora de agua y aunque no me quiso decir mucho, manifestó que le gusta aprender de los poderes de la naturaleza.
Nos llevó a su casa, un lugar rodeado de flores de muchas especies, colores, tamaños y aromas; un perro mucuchíes enorme la recibe todos los días, con una fuerza que casi la tumba de la emoción de volver a verla. Un altar con un pocito de agua donde nos pidió tomar la flor que más nos gustara, pedir un deseo, y dejarla flotar en esas aguas. Nos regaló rosas blancas y la satisfacción de haber dado con una mujer de luz que irradia más allá de aquellas montañas.
Las Mucurativas
Mucho más abajo de su casa está la Casa Mucusutuy donde está la Cooperativa Las Mucurativas, una colectiva de mujeres que ofrecen guarapitos para muchas dolencias, una herboristería que oferta medicamentos a base de plantas medicinales.
Es la Red de Innovación Productiva que se dedica al rescate, cuidado y multiplicación de semillas de plantas medicinales en el páramo andino. La producción de Las Mucurativas abastece todo el consumo del estado Mérida.
Cuando entras a la tiendita puedes observar una cantidad increíble de plantas y la patología que sana, las dosis deben ser las apropiadas para no causar otras afectaciones, pues es cierto que la gente cree que como son plantas naturales no pueden causar ninguna afectación al tomarlas sin indicaciones y realmente si es necesario seguir las orientaciones para evitar efectos secundarios, resalta Ligia.
Lo primera que llamó mi atención fue el área de salud sexual y reproductiva, esto lo hemos venido atendiendo dentro de nuestra Ruta de las Cayenas con la colocación de métodos anticonceptivos, talleres de sexualidad y jornadas en despistaje del Virus de Papiloma Humano (VHP). Ahí estaba el jabón vaginal de ácido láctico, ese que ayuda a mantener el equilibrio del pH vaginal, también un desparasitante con ajenjo y lo más maravilloso fue ver un gel llamado “Chao piojos”, para acabar con las plagas en las infancias; té para ayudar hacer digestión; té para los nervios, ansiedades, y pare de contar.
Manuales, folletos y librillos estaban en una vitrina, que son recetarios para una alimentación sana; otros de plantas que curan y otros más acerca de organización popular: cómo coordinar una reunión, cómo llevar una asamblea y un montón de herramientas que tributan a la orgánica comunitaria. Me traje unos cuantos aunque todos me parecían súper seductores pues la pedagogía y la comunicación popular es lo que venimos practicando todos los días.
Ahí mismo estaba la Escuela de Tejido La Chamarra. Entré para ver el estado de la estructura y saber por qué habían dejado de usar el espacio, pues las filtraciones están acabando con un pedacito de este sueño, para ellas es imposible estar ahí con tanta humedad y pozos de agua al llover. Aún están los telares inmensos, algunos materiales artesanales y el olor a lana. Ojalá les llegue una cayapa solidaria, dignidad a las artesanas para que sigan hilando hebras y tejiendo sueños.
Una flor sembrando flores
Otro día llegamos a un lugar lleno de lirios, el aroma era increíble y el paisaje un delirio, ahí conocí a María Vicenta Dávila, una mujer de sesenta y cuatro años, educadora popular y una de las fundadoras de Proinpa. Su trabajo empezó por allá en los setenta bajo los principios filosóficos de Paulo Freire. “Los jóvenes hacíamos cayapas para construir escuelas y empezamos a articular todos esos espacios de formación los primeros domingos de cada mes en Muchuchíes, organizamos obras de teatros, jornadas agroecológicas, atendíamos la salud, servicios generales y otros aspectos de la vida cotidiana".
Ha sido parte de la creación de otras organizaciones en diferentes áreas: artesanía, cultura, vivienda, producción agrícola y también es productora agroecológica. Fue parte de la creación de la Unión Venezolana de los Centro de Educación Popular y dice con mayor placer que fue un intercambio nacional muy enriquecedor.
“Tanto los comités de riego como los consejos comunales deberían tener una visión clara de lo que es la conservación ambiental porque si nuestra tierra no está bien cuidada no vamos a tener agua, ni tierra fértil para las nuevas generaciones".
Cuando hablamos de feminismo a ella le brillaron los ojos diciendo: “Fue surgiendo a medida que nacieron las organizaciones y la mujer tuvo un escape del hogar al asistir a reuniones comunitarias, ahora tenemos un nivel de liderazgo y hemos venido haciendo un trabajo minucioso para que exista la igualdad. Es como si hubiésemos salido del clóset, de la concha, hemos despertado en el proceso. La formación y la capacitación tanto sociopolítica como cultural aportan a todo el entorno de las mujeres que asumen liderazgos”.
Ella está en el Banco de Semillas Mubay, un lugar donde hay muchas especies de plantas medicinales y aromáticas, árboles de todas especies y flores de todos tamaños y colores. Recibí en mis manos la prueba de una crema corporal que ella misma hizo con lirios, mi olfato alucinó.
Con un tono de esperanza y desde su dolor más profundo me contó que hace cuatro años le raptaron a un nieto en una maternidad de Mérida y hasta el sol de hoy siguen en su búsqueda. “Yo se lo encomendé a Dios y sigo caminando".
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS NIEDLINGER BRICEÑO PERDOMO • @linger352