03/02/24. Como todos los oficios, el de escribir suele causar aburrimiento. Una sensación de secado del alma que sólo se compensa por la magia de la disciplina. Aprendes, como a andar en bicicleta, dónde poner el verbo y el sujeto, la coma y el punto. Sigues, porque no se puede ser escritora sino se escribe. Una intenta apañarse las pocas ganas haciendo otras cosas. Luego entra una especie de sensación frenética, quieres buscar la historia que no te sale, hacerla, armar la frase y lograr algún estremecimiento. Los hombros empiezan a doler, una sabe que, con fecha fija, un lector esperará de una, la memoria, la compañía e incluso, el oráculo.
¿Quién sabe porqué el mundo anda como va? ¿Qué fórmula puede devolvernos a ese sentir que se anida en la médula, donde sabemos que nuestra tarea es vivir, acompañar y reír? Es este quizás un tema raro. Sin embargo, me abre la puerta para hablar de otro fenómeno humano del que sentimos vergüenza, el cansancio.
Vivimos en un mundo donde el pecado capital es el cansancio. Hay que resolver todo, rápido, con eficiencia y ahora bajo los dogmas de autoexplotación que rigen estos tiempos líquidos. Sin embargo, miles de mujeres viven cansadas. Algo que se recomienda no admitir. Por ejemplo, el hecho que una mujer esté indispuesta un día, una temporada o más.
Sin embargo, la ciencia nos va mostrando que existen miles de causas para estar cansadas. Por ejemplo, las cada vez más frecuentes enfermedades de las tiroides poco diagnosticadas y peor tratadas, que son la causa de cambios que la sociedad considera productos de la falta de voluntad, y, se vuelve peor la cosa, con la edad.
La menopausia, una señora de la que poco a poco vamos ganando el derecho de hablar también influye en esta sensación, a veces más pesada que la pared de un edificio y aunque existan muchos textos que invitan a que también hay que tomar sonriendo. Es válido no hacerlo. Asumir con todos sus colores un cambio profundo, que se pinta de otoños.
No todas las causas para estar cansada son clínicas. También está lo sentimental y el estado del mundo en el que estamos viviendo, el salario que no alcanza, el zapato que se rompe y el niño que llora. El marido que poco ayuda o el vecino que martilla a toda hora. Lo que sí, es que de este sentir humano hemos de quitar las culpas y empatizar entre los que, cansados, seguimos dándole.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta