04/04/24. Yuri es la estación del Metro Guaicaipuro y el parque Los Coquitos de Los Teques. Es La Cascada del Vino en la serranía de Barbacoa, es La Habana y es una de las esquinas de la plaza Bolívar de Caracas como quien empieza a escalar sobrio el bulevar Panteón y regresa de los campos de batalla del Samán de Catuche o la Casa de Bello, saciado por los efluvios de la erótica de la palabra, acompañado de lazarillos y duendes que saben cómo se conjuga cada verbo para explicar el universo en mitad de la noche.
Es, y ella no lo sabe, un motor que impulsa a demiurgos a escribir cuando ya no hay fuerzas ni fe. Un ejemplo del temple zurcido con puntadas de algodón. De risa constante, humor florido y una capacidad de soñar envidiable, no imaginamos a otro espíritu dispuesto a cantarle a un ámbito tan despojado –aparentemente- de inspiración:
Mi cocina empotrada
grandinostalgia y cliché
de una mañana mejor
Sueño recurrente
inspirada en las barras
de los bares eternos
Conciliadora de multiplicidades:
sabores, alacena,
rincón de especias,
celebraciones, aniversarios,
tortas familiares, postres prohibidos,
aliños, confesiones,
cuitas, despechos, comilonas,
Sexo…
¡Ay!, mi cocina.
Yurimia Boscán (Caracas, 1963) se ha dedicado prácticamente toda su vida al periodismo, la educación, la creación, la bohemia y la militancia en la poesía. licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela, Magíster en Tecnología Educativa, correctora, locutora, profesora universitaria, cantante, su existencia ha zigzagueado entre los Altos Mirandinos y Caracas, vaivén donde ha encontrado tiempo para escribir una profusa obra poética que le ha valido algunos de los más importantes reconocimientos del país. Poemas (1983); Neón (2000/2018); Ama de casa (2016); Río de hierba (2017); Piel que ata (2018); Los últimos días de la casa (2019); Érase una vez (2019); Fe de ruta (2020), son algunos de sus libros publicados, y entre sus laureles, el recientemente alcanzado premio único en la mención Poesía de la IV Bienal Nacional de Literatura Manuel Felipe Rugeles, con el libro Poesía pequeñita pequeñita, cenit de una larga lista de galardones como la Orden María Teresa Castillo, el Premio Municipal de Literatura Cecilio Acosta, 1e lugar en el Concurso de Poesía para la mujer Ana Enriqueta Terán, 1e lugar en el Concurso de Poesía feminista Toda, Nosotras Todas.
Pero el de los homenajes (y sabemos de su honestidad en este sentimiento) es el apartado menos importante para Yuri. La vemos hormiguita disciplinada y voluntariosa organizando encuentros y recitales junto a los bardos que han llenado a la ciudad, al país, de vastas metáforas para la reinvención de este tiempo. Junto al Frente Literario Oficio Puro trenzando en filigrana la palabra y la vida, interviniendo -siempre luminosa- en los festivales de poesía y ferias de libros. Siempre huracán con fuerza centrífuga, como cuando al lado de Rúkleman Soto, Pompilio Santeliz y tantos otros ejerció de matriarca del Movimiento Sueños de Venezuela, una entidad poética y nómada que plagó a la geografía patria, latinoamericana y caribeña de bellos encuentros itinerantes para celebrar la expresión popular, la poesía y el canto.
Enseña a escribir, un propósito que muchas veces hemos llegado a considerar inocuo por lo complejo que nos parece insuflar de llama el corazón ajeno. Una de las alumnas de su taller Una voz femenina recorre la casa, dictado a través de WhatsApp, nos cuenta que empezaron conectándose un día a la semana a partir de las seis de la tarde, y terminaron dejando el grupo abierto, construyendo una antología con algunos de los poemas que surgieron propuestos de los ejercicios que ella planteaba, tras revisar poesía escrita por mujeres venezolanas de distintos momentos, abordando el tema de la casa desde distintas visiones.
“El material que compartió es maravilloso, según recuerdo el taller no planteaba que escribiéramos. Se buscaba apreciar y discutir la poesía pero el ambiente propició el contagio de la creación, me parece que es algo que inspira Yurimia, desde sus talleres hasta sus textos”.
¿De verdad se puede enseñar a escribir poesía?
La poesía tiene su génesis en la niñez, allí ocurre, fluye y se desparrama hasta que el mismo sistema social la mutila, la niega, la desconoce y la ahoga… cuando esto pasa, de la poesía solo queda una definición hueca. En este punto, la misión del poeta es clara, porque enseñar a subvertir ese efecto de “cascarón vacío”, enseñar a redimensionar la vida redimensionando las palabras, a afinar la búsqueda de lo inasible, a ser lumbre, hallazgo, asombro, videncia, gozo… es enseñar a leer-sentir-escribir poesía.
Has tocado los extremos en la escritura: desde un libro de literatura infantil con haikus y toda su reglamentación métrica de lo breve (que te valió el premio Manuel Felipe Rugeles), hasta un poemario íntegramente dedicado a las domesticidades del hogar (Ama de casa) con la misma habilidad de hallar la belleza. ¿Cuál es la clave?
La honestidad…
¿Es lo mismo una poética desde la mirada masculina que desde la femenina?
Para mí, no. Los caminos trazados desde los aprendizajes de cada ser humano (idiosincrasia, tradición, época, género y/o su identidad sexual, entre otras) determinan las distintas maneras que los seres humanos tenemos para desentrañar (y mirar) la vida. Eso, definitivamente, hace que los lugares desde donde miramos sean distintos. Puede ser la misma casa, la misma calle, la misma habitación, el mismo sentimiento, en fin… el ojo de cada uno, verá aquello que le dé sentido a su poética.
¿Calzas en el concepto de feminista?
Creo en el feminismo como movimiento inquebrantable en pro de que las mujeres tengan mayor acceso a oportunidades y recursos, creo en su lucha contra el patriarcado y sus estructuras de poder, que le niega, entre otras cosas, su derecho a decidir sobre sus cuerpos. Abrazo algunos preceptos, pero hay otros que no comparto.
El arte desde la irreverencia ha guiado tu camino. El canto, el periodismo, la literatura son tu constante. También te ha tocado el infortunio: la pérdida de tu hermano en trágicas condiciones, la reciente pérdida de tu madre: ¿el dolor forja al poeta?
La vida forja al poeta… y la vida, en mi caso, ha estado signada por las pérdidas, pero también por la resiliencia: a los diecisiete años perdí un ojo, luego la muerte de la abuela que nos crió a mí y a mis dos hermanos cómplices (éramos tres los niños del primer matrimonio de mamá), y yo me quedé sin ambos, sin el músico y sin el fotógrafo, con la indefensión que nos deja perder ese trocito de camino compartido que son los hermanos. Vinieron luego otras muertes, la de mis dos padres, el que me cría con su amor incondicional y se lleva con él la casa de la infancia, y el que me engendra, que me enseña que la vida puede ser tan irónica… y luego, mamá... Sin embargo, pese a todas las orfandades, pese a todos los rasguños que dejan las circunstancias en las que se producen algunas de estas muertes, yo canto, yo río (también me doy permiso de llorar), me ofrendo a mis amigos, crezco en su amor, me reciclo en la poesía mientras hago puentes para nombrar al otro.
Habitas Los Teques con pasión y compromiso. ¿Cómo vives esa relación geográfica y espiritual entre la periferia y Caracas?
Gran pregunta. Vivo en contradicción todo el tiempo. Amo a Los Teques, mi pueblo-ciudad tan lleno de buenos poetas y de artistas. Un pueblo con tiempos de gloria, donde todo ocurre y tiempos de silencios, donde nada pasa. Tal vez su cercanía con Caracas le haya robado un tanto su alma. Entonces, uno termina yéndose a la capital para buscar ese azar donde todo sigue siendo posible, donde se consigue chamba, donde se conversa, se toma café o cerveza en huequito, donde la noche comienza a recuperar su licencia de neón. Amo el ritmo acelerado de Caracas y su gente, pero también amo el ritmo pausado de Los Teques. Los equilibro interiormente.
Fuimos groupies de iniciativas que lideraste como el hermoso proyecto Sueños de Venezuela, que tan ricos aportes hizo a la trashumancia poética por media Venezuela e incluso el Caribe. ¿Por qué se acabó?
Proyecto Sueños no se acabó. Proyecto Sueños se transformó… Nosotros nos pusimos viejos jajajajaja y llegó la generación de relevo. Por ejemplo, Ariana y Manuela Moreno, de Sur Consciente, son hijas de sueñeros fundadores, y como ellas, está también Amaranta, Luis Miguel Badaraco, Neybis Bracho, Aguasalá, el fallecido Andrés Ivanchenko, Marcos Manresa, Dennys Rumbos, René Alejandro y muchos otros para quienes no resultó tan fácil agarrar la mochila e irse a Araya, Mérida, Altamira de Cáceres, Carache, Calderas, Bailadores, San Diego. Sin embargo, lo hicieron varias veces. Lamentablemente, muchos de estos cantores emigraron del país buscando nuevas oportunidades.
La militancia en la poesía, la literatura, la educación y también la política. ¿Un poeta soñador tiene vocación para cantarle al poder?
Yo tengo vocación para cantarle a la vida, a los sueños, al amor y al desamor. Al poder me gusta mirarlo desde lejos, porque sus privilegios pueden tornarse aditivos y desfigurar la esencia de las cosas. Me mantengo alerta, prefiero seguir cantando contra el poder.
¿Sientes algún peso por el hecho de ser un referente fundamental de la actual poesía venezolana?
¡Naguará! ¿Yo soy un referente fundamental de la actual poesía venezolana? Poetas como Ana María Oviedo Palomares, Wafi Salih, Ingrid Chicote, María Alejandra Rendón por mencionar solo a algunas de las más jóvenes, son referencia. Imposible ser referencia sin una obra publicada, difundida, leída.
- Dime tu decálogo del perfecto poeta.
Primero se es lector de poesía, luego poeta.
Poesía y poeta son simbiosis: se ha de vivir poéticamente.
El buen poeta reconoce al silencio como habitáculo de la poesía.
Un poema comienza siempre con la mirada del poeta.
El poeta es un cazador de instantes.
El poeta debe cultivar la paciencia, dejar reposar el poema.
La poesía es oficio… No se improvisa.
El corazón del poeta es sinestésico: siente con todos los sentidos.
Para el poeta la patria del poema es la polisemia.
El buen poeta nace, crece, se reproduce y nunca muere.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS CLARA TELO •@clara_emiliatj