A la memoria del prof. Julio Hidalgo
08/04/25. Aproximadamente, unos cuarenta minutos toma el viaje desde Catia La Mar hasta Carayaca. Mientras asciendes la montaña por una ruta de infinitas curvas, las casas cambian su apariencia: son grandes, y casi todas tienen terrazas amplias con vallas de concreto y un diseño muy coqueto y común en toda la zona. Me monté en un autobús verde, grande y viejo, de aquellos que circulaban hace unos treinta años. Te cobran Bs.40. El autobús sube poco a poco, mientras el paisaje me maravilla: al borde de la carretera, se divisan cerros de tierra roja, y la bahía se ve a mi derecha por allá abajo: azul profundo.
"Yo soy Voces Risueñas de Carayaca, yo soy cultura, yo soy tradición, yo soy Venezuela".
Llegamos arribota, en la cima del gran cerro, y nos recibe un pueblo colorido y tranquilo, lleno de subidas y bajadas. Es aquí donde nació uno de los bastiones de la cultura nuestra más representativo de Venezuela: Voces Risueñas de Carayaca, patrimonio cultural del estado La Guaira y de Venezuela, con 75 años de fructífera trayectoria cultural.

Hija de la música
Hablar de Loreley Pérez Évora, es hablar de familia, comunidad, música y formación. Nuestra entrevistada es una hija insigne del pueblo de Carayaca. En las celebraciones de San José, santo patrono del pueblo, Loreley Pérez Évora fue designada oradora de orden, gracias a su trayectoria y dedicación por más de cuarenta años en la dirección de las Voces Risueñas de Carayaca. Ese día, la plaza Bolívar de Carayaca era una fiesta; la agrupación de las Voces Risueñas es un bochinche y al compartir con ellos, te sientes en familia: “Aquí no se puede hablar mal de nadie, porque al final todos resultamos emparentados”, me advierten entre risas. En su intervención, Lore reflexionó sobre la importancia de preservar el patrimonio cultural ante la amenaza de culturas foráneas, alertó sobre la deforestación en las montañas de Carayaca y exhortó a los jóvenes a instruirse siempre. Parafraseando a su padre, el poeta Luis Pérez Padilla, cerró entre lágrimas “Lo importante no es nacer ni morir, sino permanecer”. Lore es alegre, generosa, sensible y fuerte. No es una directora común de una agrupación cultural más: en realidad es heredera y custodia de un sueño familiar que ha trascendido fronteras, habiendo llevado sus voces a China, España, Austria, Francia, México, Argentina, Nicaragua, Panamá, Aruba y Santa Lucía.
Además de músico, ama la carpintería y está contribuyendo a impulsar diversos proyectos culturales y de formación en la sede de Las Voces Risueñas de Carayaca y la Escuela Técnica de Artes Voces de Carayaca. Conozcamos más de los ritmos de Loreley Pérez Évora.
¿Cómo llega la música a tu familia?
Yo no llegué a las Voces. Las Voces llegaron a mí, porque yo nací en esta casa. Yo nací aquí al lado, en el hospital. Las Voces Risueñas ensayaban aquí. Mi paíto, fundador de las Voces Risueñas, a los cinco años conoció a mi maíta, que se incorporó luego. Mi tía Tirsa, fundadora también, me enseñó a tocar el cuatro. Yo crecí escuchando a toda esa gente cantando aguinaldos. Las Voces Risueñas me invadieron con su música, aunque mi paíto no era músico sino poeta. Pero tenía una musicalidad natural. Su primer aguinaldo fue La noche de los milagros. Nadie puede creer que él no hubiera sido músico. Sus nietos han transcrito parte de su obra poética para instrumentos musicales. Toda mi familia se crió en este ambiente. Yo nací en un ambiente de músicos populares, y la música llegó a mí de manera natural. Aprendí a tocar el cuatro con mi papá viejo, a armonizar de guataca, aprendí a tocar todos los instrumentos de percusión viendo a los señores tocar. Nosotros después nos fuimos preparando. Con apenas catorce años, yo ya dirigía, e infundía respeto. De hecho, hacía arreglos de forma espontánea. Incluso, en bachillerato hice los arreglos para el grupo de mi liceo y grabamos un disquito para recaudar fondos.

Yo iba a estudiar ingeniería química en la Universidad Simón Bolívar, y en el test vocacional que me hicieron salió que mi inclinación era la música. Luego, me fui a la Universidad Central de Venezuela y pasé seis semestres. El profesor Eduardo Serrano propone un curso de teoría y solfeo. Ahí se me abrió el universo entero. Empecé a entender cómo funcionaba toda la música que venía haciendo de forma espontánea. Me voy a la Pablo Castellano, entro al segundo año de solfeo. Estudié mandolina. Al final me sinceré con mi papá, y me metí de lleno en la música. Empecé tardísimo: a los diecinueve años.
A lo largo de estos 75 años de las Voces Risueñas de Carayaca, ¿cuáles sientes que han sido los mayores desafíos y las mayores alegrías que han tenido como proyecto?
Uno de los mayores desafíos, sobre todo cuando tomé la dirección del grupo, fue entender qué significábamos para la cultura venezolana. Qué significábamos para el país, como grupo que nació de un pueblo de manera informal. Este grupo fue construyéndose por sí mismo, pero no había un sentido de pertenencia, de decir "Yo soy Voces Risueñas de Carayaca, yo soy cultura, yo soy tradición, yo soy Venezuela". Como representante, de entender lo que cada integrante significa para, no solamente para el grupo, sino para el país, para lo que es la trascendencia de la obra de un culto.
El otro gran desafío fue no solamente convencer a esta gente, sino de que se involucraran en todo lo que era el conocimiento de las tradiciones de Venezuela. Primero de las nuestras aquí, o sea, hacer trabajo de investigación, viajes, conocer a cultores. Nos empapamos de los ritmos de todo el país, sin ínfulas de ser artistas intocables.
Nuestras alegrías más grandes, bueno, el nacimiento de las nuevas generaciones y su incorporación a este mismo sentir de pertenecer a las Voces Risueñas, sin importar dónde estén. En cualquier Navidad, Año Nuevo o misa, se ponen su traje, se traen su instrumento y participan. Es una alegría muy grande, porque la garantía de que va a perdurar, de que no se va a perder, de que el legado va a continuar, bueno, tal vez no sea un tratamiento igual al que yo le di, o una manera de enfocar las cuestiones como yo le di, pero yo tengo casi la certeza de que por todo lo que han aprendido, ellos no se van a salir del riel. Se van a mantener.

¿Cuál sientes que ha sido tu principal aporte a las Voces Risueñas de Carayaca?
Es un compromiso. Yo creo que haber logrado que se entendiera que somos un solo engranaje y que nos debemos como personas que hacemos cultura al engrandecimiento, no solamente del grupo. Uno de mis aportes ha sido el mejoramiento de la calidad musical, pero va más allá de eso. Yo estudié formalmente música y formé a mi generación, ya que ninguno era músico profesional. Hoy en día, podemos cantar, tocar y bailar sin ningún problema, todos. Y eso ha sido una exigencia mía, si eso se puede considerar un aporte, una exigencia. En las Voces Risueñas de Carayaca, todo el mundo tiene que tocar un instrumento, por lo menos uno, y todo el mundo tiene que bailar la música tradicional.
Si pudiera entenderse eso como aporte, es la conciencia de cada integrante de que debemos formarnos como músicos integrales para engrandecer lo que es nuestra música tradicional y no ser un músico más de esos que dicen, ah no, que medio charrasquea el cuatro, que toma aguardiente y que amanece rascado en la calle. Una cosa seria, una cosa con disciplina, con responsabilidad, con organización y con ese arraigo por lo que aprendimos, por lo que heredamos de nuestros antepasados, nuestros fundadores.
¿Por qué el nombre y cuántos estudiantes se han formado acá en las Voces Risueñas de Carayaca?
El nombre viene de un aguinaldo que hizo mi paíto, que se llama Navidad y que originalmente la letra decía: "Por doquier se oye Navidad / y Voces Risueñas al cantar / pregonando van deseos de amar / con sonrisas de felicidad". El sacerdote del momento, el padre Helio de Ibonaventura le dijo a mi tía Tirza que era la directora, en el año 53, "¿por qué no aprovechan ustedes que se llaman Voces de Carayaca y le meten el 'risueña'?", entonces a raíz de ahí empezó a llamarse Voces Risueñas. ¿Que cuántos se han formado acá? El pueblo de Carayaca entero es Voces Risueñas (risas).
¿Cómo visualizas el futuro de las Voces Risueñas?
Este año el grupo cumple 75 años. En conversaciones con los chamos de la tercera generación –que se formó musicalmente absolutamente toda–, les dije que a mi tiempo útil ya le estaba llegando su hora. Yo visualizo que todos ellos van a garantizar la perdurabilidad del grupo. Ellos replican que no hay nadie como yo. Eso no es verdad. Pero comprándoles la idea, yo visualizo una dirección ejecutiva colectiva; donde todos aporten su profesionalismo. Son ellos los que han estado fajados en la organización de nuestros 75 años con la transcripción de guiones, con el documental, etcétera.

¿Qué mensaje deseas darle a la comunidad de Épale CCS?
Además del saludo y agradecimiento por haberme tomado en cuenta para esta entrevista; un mensaje de solidaridad y amor por nuestras tradiciones. Asumamos la condición de venezolanos, de arraigo, de identidad venezolana. Dejemos de copiarnos de modelos que no nos pertenecen. Vamos a inculcarles a nuestros hijos el amor por lo nuestro. A los adultos, no les permitan a los jóvenes que se desvíen del carril, de lo verdaderamente importante para el venezolano. No importa si no eres cultor, pero harás otros aportes que nos van a fortalecer y engrandecer la cultura venezolana.

POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
FOTOGRAFÍA NATHAN RAMÍREZ • @nathanfoto_art