29/08/24. Julio Florencio Cortázar, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, nació el miércoles 26 de agosto de 1914, en Ixelles, distrito de Bruselas, Bélgica “producto del turismo y la diplomacia”, como él mismo se refería a su nacimiento, en esa ciudad europea en la que su padre trabajaba para la embajada de Argentina.
...defendió la idea de que el escritor tiene una responsabilidad social, y abogó por un arte comprometido que refleje las realidades y luchas del pueblo.
A finales de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar se trasladaron a Suiza y más adelante a Barcelona. Posteriormente, regresaron a la Argentina cuando Julio tenía cuatro años y se radicaron en Banfield, Buenos Aires, donde vivió su niñez y parte de su juventud.
A los seis años, Julio fue abandonado por su padre. De hecho, en la entrevista que le realizó Joaquín Soler Serrano en su programa A fondo (1977), el escritor y maestro argentino, señaló que su padre ya ni siquiera era una figura borrosa en su vida, porque había desaparecido totalmente al irse “para siempre” de su casa, dejando a su madre al cuidado de él y de su hermana, un año menor, en circunstancias económicas difíciles.
“Mi madre era una mujer totalmente indefensa, porque, aunque tenía una excelente cultura, vivía en el mundo argentino de los años veinte. Un mundo machista al cien por cien, donde una mujer tenía que quedarse en su casa”, relata el escritor argentino.
María Herminia Descotte, madre de Cortázar, se vio obligada a sostener a ambos niños con el apoyo de su hermana. En ese sentido, gracias a la enseñanza de su progenitora y de su tía, creció su amor por la literatura. A los nueve años ya había leído a autores como Julio Verne, Víctor Hugo y Edgar Allan Poe.
El pequeño Julio durante esos años era bastante enfermizo. Las horas en cama las acompañaba con sus lecturas a tal punto de obsesionarse con el Pequeño Larousse. Un médico de la familia recomendó a la señora Descotte que su hijo leyera menos. "Que le dé el sol", le dijo. No obstante, ella cuestionó las sugerencias y siguió impulsando en su hijo el placer por la lectura.
Si bien Cortázar manifestó en algún momento que las historias de Poe le causaron pesadillas y horas de terror en su adolescencia, el hecho de leer al autor norteamericano lo empujó a convertirse en su traductor y a admirar la fantasía como un elemento infaltable en sus historias.
Obra literaria
Cortázar realizó estudios como maestro en una escuela normal de Argentina, y más tarde de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, y se dedicó a la enseñanza de la Literatura. Sus constantes lecturas de la narrativa moderna lo orientaron a construirse una voz con estilo innovador y tener un enfoque experimental.
En 1951, Cortázar publicó su primera novela, Los premios, que ya mostraba su inclinación hacia lo fantástico y lo surrealista. Sin embargo, fue con Rayuela (1963) que alcanzó la fama internacional, convirtiéndose en uno de los autores del llamado “boom latinoamericano”. Esta obra innovó la forma de leer, ya que permite al lector elegir el orden de los capítulos, rompiendo con las convenciones narrativas tradicionales y desafiando la forma en que se cuenta una historia.
Otras obras notables incluyen Bestiario (1951), una colección de cuentos que mezcla lo cotidiano con lo fantástico, y La vuelta al día en ochenta mundos (1967), un libro que combina prosa y poesía, reflejando su pasión por la música y el arte.
Letras revolucionarias
En la década de 1960 y 1970, se convirtió en una voz activa en la lucha contra las dictaduras militares en su país natal, Argentina. Su exilio en París, tras el golpe de Estado en 1976, lo llevó a involucrarse más profundamente en causas políticas. Desde allí, apoyó a los movimientos de izquierda y a movimientos defensores de derechos humanos que denunciaban las violaciones cometidas por el régimen militar argentino.
Mostró su respaldo a la Revolución cubana, a Salvador Allende en Chile, la Revolución sandinista en Nicaragua. Pero, fue su visita en 1963 a la Cuba revolucionaria, lo que lo motivó a ejercer una postura más sólida. Allí donde fue testigo de un discurso en el que Fidel Castro nombraba a Ernesto Che Guevara y a esta mención le sucedió el aplauso de más de “300 mil gargantas”, hecho que le llevó a expresar su orgullo por ser argentino.
“La revolución cubana, por analogía, me mostró entonces y de una manera muy cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política”. Estas declaraciones se recogen de La fascinación de las palabras de Omar Prego y Julio Cortázar (1985).
Desde entonces, comenzó un estudio profundo sobre los procesos revolucionarios. “Los temas en donde había implicaciones de tipo político o ideológico, más que político, se fueron metiendo en mi literatura”.
Su postura política se reflejó en los años posteriores en su obra, siendo recurrentes los temas sobre la opresión, la búsqueda de la libertad y la resistencia a la autoridad. En sus ensayos y declaraciones públicas, defendió la idea de que el escritor tiene una responsabilidad social, y abogó por un arte comprometido que refleje las realidades y luchas del pueblo. Cuestionó y desafió las injusticias sociales, reafirmando su creencia en el poder transformador de las palabras.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
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