17/10/24. Cuando uno va al teatro es como si lograra hacer un salto cuántico y presenciara otra realidad. Este inicio de artículo suena una película dominguera oa la Física teórica según Google o YouTube. La verdad es que fuera del ámbito de la Física o de la ciencia ficción, el espectáculo teatral nos coloca frente a un universo con leyes, tiempo y espíritu distintos a los de nuestra cotidianidad. En algunas oportunidades nos asombra que lo que ocurre en el escenario parece que fuese de la “vida real”. El asombro mismo ya es un indicio claro, contundente de tener conciencia de que nuestra cotidianidad y el universo de ficción son realidades distintas; de allí el asombro. Es como conocer al doble de alguien, sentimos pasmo. Nuestra mente se asienta en cada elemento que la naturaleza produce como una particularidad con rasgos irrepetibles. Al mismo tiempo nuestra mente se acomoda a lo contrario, a la producción en serie, en donde todos los objetos de un determinado producto son idénticos. En ambos casos damos cuenta de lo que consideramos normalidad: es normal que la gente no sea el doble de otra gente, es normal que los productos generados en serie sean idénticos entre sí.
Por más extraña que sea la situación que plantea la dramaturgia, la dirección o la actuación, siempre nos veremos reflejados, siempre podremos comprender los recursos que disparan el conflicto y la resolución del mismo.
A pesar de las múltiples condiciones y percepciones de los seres humanos (sobre todo cuando nos referimos a su universo de interrelaciones), pareciera que por más particular que sea un hecho, un carácter, una manera de vincularse, siempre habrá semejanzas con otro hecho, otro carácter, otra estrategia de vínculo.
Cualquier obra teatral, que siempre es un relato de lo que somos, por más original, por más que se aleje del referente, necesariamente estará tratando con y sobre la materia humana que conocemos, con la que traficamos; con esas maneras y códigos que nos permiten hablar de normalidad. El teatro es una realidad distinta a nuestro devenir del día a día, cuyo referente, cuyo tema, cuya materia sensible somos los seres humanos. Por más extraña que sea la situación que plantea la dramaturgia, la dirección o la actuación, siempre nos veremos reflejados, siempre podremos comprender los recursos que disparan el conflicto y la resolución del mismo. Y así sentimos que eso tan aparentemente ajeno se parece mucho a nosotros.
Por ello surge el extrañamiento cuando la distancia entre lo que ocurre en el escenario es muy cercano a nuestra inmediata. Así, sobre eso que estamos presenciando, es inevitable asumir que es parecido igualito a nosotros.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098