“Y destruiré la tierra, y todos los que en ella
habitan gemirán” Jeremías 47”.
28/11/24. Desde épocas no muy precisas hay escritos que hablan de un Dios que venía a menudo al planeta, se buscaba unos voceros y, ¡a destruir se ha dicho! En una de esas visitas acabó con dos ciudades llamadas Sodoma y Gomorra porque sus habitantes no se comportaban como él quería. Nadie sabe muy bien que es lo que hacían, lo que es seguro es que el castigo se infringía más por la desobediencia que por cualquier otra cosa. Si no, pregúntenle a la mujer del vocero de turno… Bueno, no se lo van a poder preguntar porque le dijeron que no volteara… no es que voltear hacia atrás sea un gran pecado así que tú digas… pero fue un acto de desobediencia así que: ¡a ponerle sabor a las comidas!
“Hay que hacer lo que esta gente dice”, de lo contrario serás acusado de atentar contra la democracia y los derechos humanos, así que ¡ayayay! ¡A comportarse! Si no, seréis quemados, empalados, vituperados, destruidos, desprestigiados.
Un poco antes también vino ese Dios a pedir que obedecieran sus normas, esta vez el mundo entero volteó para otro lado y zaas, los ahogó a todos… se salvó el vocero, su familia y los animales que por supuesto no voltearon para ningún lado. También está el de los tipos que perseguían a otro emisario. Esta vez Dios abrió el mar y cuando el enviado y su gente ya habían pasado, cerró las aguas y ahogó a lo desobedientes. Moraleja: si no obedeces serás achicharrado, ahogado, acuchillado, ametrallado, llevado para Guantánamo, empalado, ahorcado, desaparecido bajo un hongo, raptado –y como dicen los malos avisos de ofertas- “y mucho más…”.
Este Dios –gracias a Dios- dejó de hacer esas visitas. Eso no significa que podamos estar tranquilos, porque el poder económico mundial ha seguido su ejemplo. Ponen su mirada en una nación con ciertas posibilidades y le asignan su vocero, casi siempre oriundo del lugar. “Hay que hacer lo que esta gente dice”, de lo contrario serás acusado de atentar contra la democracia y los derechos humanos, así que ¡ayayay! ¡A comportarse! Si no, seréis quemados, empalados, vituperados, destruidos, desprestigiados. Bajo estos designios cuasi divinos, ponen y quitan presidentes, ponen y quitan leyes, implantan tecnologías, asedian países, crean guerras. De nuevo el apocalipsis toca tu puerta. ¡Hay que obedecer! Los mandaderos y las mandaderas se frotan las manos, ellos y ellas saben (o creen saber) que se mantendrán a flote, que si no miran el caos y la destrucción que dejan atrás, quedarán vivos, coleando y sonrientes.
El gran teatro del mundo, la gigantesca trama cotidiana de miles de millones de seres humanos anda entrando en un tercer acto. Es un acto tenebroso, como el de aquellos finales de Shakespeare que si el que cerraba telón quedaba vivo era de vaina. Parodiando una vieja frase de TNT: pasa en el planeta, pasa en Venezuela. Ojalá que las alpargatas no sean necesarias, pero por si las moscas es mejor comprarse unas.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098