22/03/2023. -Vamos a empezar con la quichimba y la gaita perijanera la dejamos para después, -le dice el docente a las alumnas.
-La quichimba se ejecuta con mina y curbata, -agrega y se sienta encima del cumaco (tambor largo) y el pujao (uno más pequeño) que tiene en el piso. Agarra dos palos y sigue explicando.
-Aclaro que los laures (sostiene ambos palos con las manos) vienen de la madera del chupón de cacao, que es gruesa y no pesa. En la quichimba se llaman laures, pero esos palos tienen otros nombres en otros estilos, -el profesor sigue sentado, y arranca a tocar y cantar:
“Rapidito, rapidito, pa’l campo, pa’l campo, pal’campo”.
-Son nueve golpes. Se puede comenzar de derecha a izquierda, -señala y, a la vez, toca el cumaco y luego, el pujao.
La estudiante Marjorie Gómez comienza a practicar. Se desconcentra, se ríe y vuelve de nuevo. Su compañera, Greycis Alcalá, le dice que si hay algo que ayuda es el fonema: Ra-pi-di-to, Ra-pi-di-to, pal-cam-po.
-Eso era lo que iba a decir, -señala el profesor.
-Ahora empieza con el pujao. Esa es la idea, hacer combinaciones, -le dice a las chicas, quienes se intercambian los instrumentos.
Así se inicia la clase de quichimba del taller de Percusión Afrovenezolana, dictado por el músico Jesús Paiva en el Nuevo Circo de Caracas, los martes y jueves a partir de las dos de la tarde. Esta iniciativa la empezó en 1992 con el grupo Autóctono de La Vega, después en la Fundación Bigott y, hasta ahora, cuando retoma el taller con miras a convertirlo en una escuela.
Paiva tiene un poco más de treinta años como percusionista e investigador, dando clases en distintos lugares del país y haciendo trabajo de campo en diferentes pueblos. Para este músico es importante ir a las zonas donde nace o se desarrolla determinado tipo de tambor, ya que es lo que permite mantener las ejecuciones originales. “En los mismos pueblos se han perdido las formas tradicionales de tocar tambor, producto de las tecnologías y tantas cosas. Yo trato de enseñar esas formas tradicionales”, expresa, mientras las estudiantes siguen en sus ensayos.
Paiva es parte de Vasallos de Venezuela, antes Vasallos del Sol. Se inició en la percusión en San Agustín, donde vivió, en el grupo Esfuerzo Propio. Sus maestros lo motivaron para que se inscribiera en los talleres de la Fundación Bigott, a finales de los años ochenta. A partir de ese momento se ha dedicado íntegramente a la docencia e investigación de la percusión afrovenezolana.
“Aquí van a ver todo lo que son manifestaciones culturales relacionadas con el calendario festivo. Vas a ver gaitas, fulías, golpes de tambores de distintas zonas, los chimbangueles, todo lo que se ve en tres años que dura el taller”, indica a propósito del contenido. El curso está destinado a niños a partir de siete años, jóvenes y personas de cualquier edad.
Gómez y Alcalá siguen fajadas en la quichimba en el segundo piso del Nuevo Circo. Desde allí se visualiza buena parte de San Agustín. En el terreno circular (el ruedo), donde se presentaban las corridas de toros, hay unos niños jugando. Y en la planta baja se dictan otras clases, entre ellas, salsa casino y la de percusión a cargo del profesor Manuel Moreno (Grupo Herencia).
Las dos cursantes son parte de un conjunto femenino de tradiciones venezolanas. “Para nosotras tocar tambor ha sido un estilo de vida, que nuestros ancestros nos dejaron, porque significa felicidad, espiritualidad. A nosotras nos hace identificar con nuestro país, nos da sentido de pertenencia. Oír un tambor es una meditación y, a la final, es amor”, dice Gómez sonriendo.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia