09/10/25.
Desde su ventana, Chela observa a los niños que, en algarabía y expectantes, intercambian confidencias respecto a los regalos que recibirían aquella Nochebuena.
Bajo el alféizar, dos niños cuchichean entre ellos:
—Yo pedí un teléfono.
—Y yo un telescopio y también un microscopio.
—¿Dos regalos? ¿Por qué dos?
—Porque quiero saber qué sucede dentro y fuera de mi casa.
—¿De tu casa?
—Del mundo, quiero decir.
Chela da la vuelta y entra a su sala de estar, mira detenidamente cada mueble, cada cuadro colgado en las paredes, los adornos… cada objeto tiene su historia, la mayoría hermosa.
Como aquella miniatura de candelabros con sus respectivas velitas. Fue un regalo de su hija, aún conserva la tarjeta con las palabras más lindas que había escuchado en toda su vida.
Su casa, su refugio ahora llena de vacío, vacío de sonrisas, de olores, de contento.
Todos se fueron al mismo tiempo, solo quedamos yo y mis vacíos.
Se dijo para sí, "Debo llenarlos, no puedo seguir escuchándolos".
Encendió la radio, el televisor y entró el regocijo.
¿Realmente entró?
No escuchó más ni el silencio ni la tristeza y decidió disponer la mesa para la cena.
Con su traje de seda vaporoso, se sienta a la mesa decorada primorosamente.
En el centro su oasis como en el desierto
lagartijas como en el desierto.
Toma una copa colmada de vanidoso humo.
Enarenados sus labios color escarlata.
La soledad engulle, como en el desierto.
Haydee Espinoza (Rubio, 1946)
Normalista, actualmente es docente jubilada. Se inició en la creación literaria a los 70 años de edad, gracias a un taller dictado en el Centro Cultural Méndez Osuna, en Tovar, estado Mérida. A partir de ahí no ha dejado de participar en numerosos talleres literarios y de poesía. Ha publicado poesía y narrativa en la revista País de Papel, de la Asociación de Escritores del estado Mérida y en la presente sección. Actualmente es miembro de la directiva de la Asociación de Poetas Valle Mocotíes.
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY