29/06/23. Desde esa parte del cerro, la cámara hace un recorrido y por asuntos de edición, corte a Catia, pero la verdad es que se llega a El Valle. Los muertos sí salen, de Alfredo Lugo, empieza con esa pared que todavía está en esta otra Caracas que, caminándola, en medio del humo y el pregón, el silencio y la contradicción, estuvimos, o llegamos, al callejón La Mata, un sector de San Agustín del Norte que es de esos que no importa lo que usted lea, si es que usted existe, o no importa lo que le cuenten qué leyeron, si es que; camínela.
“Tres cines teníamos”, dice Humberto, de setenta y pico, como si titulara un semanario. “Este, este y aquél”, parafraseo yo, porque según, y que sale un libro. “Yo vivo entre Plaza y Cedeño” (¿o era Soublette?), dice otro parroquiano que se para, saluda, recuerda la infancia de los callejones y se la pasa enseñando las fachadas en esa especie de horizonte sin cerro en esos sectores de: “Mira, esa es de las pocas casas que quedan con la arquitectura original. Allá quedaba el bar…” tal, porque, insisto, y que van a hacer un libro de.
Lo que no fue
Los pies se veían claritos en el río. En la arena del mar, justo al lado, salpicaba la lluvia, más cuando se acercaba ella, la otra corredora. Pienso en mi maestro que Trota Caracas y me guardo la foto para contarle, porque debo verle. Necesito verle. Pero, maestro al fin, está muy ocupado escribiendo y arreglando la lavadora.
Ella sonríe al pasar, nos volvemos a cruzar, pienso en terminar pero una vuelta más y la puedes volver a encontrar. Me lee, respira y dice, con un tono de paciencia infinita que te ubica en el tiempo sin espacio: “Me alejo de las noticias. Siento que es muy fácil hablar mal, es más de lo mismo. El sarcasmo, hacer chistecitos de la situación actual, lo que vive mucha gente. ¿Que faltan tapas de alcantarillas?...” E hizo un gesto que se parece a ese del desdén, pero que no llega; al desprecio y no te soporto, pero no dura tanto y al de, según un antropólogo, que menciona Spinetta en una canción. La escucho y la recuerdo trotando en la playa.
La mordió un perro en la pantorrilla izquierda, a traición. Parecía una quemada de moto. Puedo equivocarme de pierna, claro. El caso es que ella fue muy clara y, en consecuencia, no fue.
El perfume
Frente al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, en la acera sur, un pasillo humano te rocía distintos tipos de perfume y te invita a pasar y seguir perfumado. Más adelante, o en otra acera, una tienda de cositas (sí, cositas. ¿Algún problema?), un cartelito reza, poco más, poco menos: “Esto no es centro de comunicaciones. No se detenga a hablar aquí”. Porque si caminándola, usted escucha, que si “su cédula, carnet o comprobante (viajen en el tiempo) se encuentra partida, rota, deteriorada, vuelta nada” que ahora hay un código de vestimenta en el Saime, sin duda hay, también, una nueva visión de la agricultura urbana.
Próxima entrega: Los zapatos.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @elyerbatero2020
FOTOGRAFÍA MAIRELYS GONZÁLEZ • @mairelyscg27