29/06/2023. Esta semana, como ya nos vamos teniendo confianza, les voy a contar un gran secreto. Un enorme secreto: no se me dan bien los diálogos. No he aprendido nunca. Quien quiera puede buscar en mis libros y no encontrará uno de los valiosos recursos de la narrativa. Lo que hay es poco y escueto. Da vergüenza, es verdad, porque siempre los evado por la orillita y no me he propuesto aprender a lidiar con ellos. Pero en la honestidad de este encuentro semanal, hay que orear los trapitos al sol.
Los diálogos son pura y simple palabra de los personajes. Se pueden reflejar en el texto de manera directa o indirecta. La alternancia de ambas va a depender de las intenciones del escritor y saber cuándo usarlas hará que la narración fluya como es debido, con naturalidad. El estilo directo es vocablo fiel del personaje sin intervención del narrador, salvo para las acotaciones que imponen las normas del lenguaje: “—Trata de dormir un poco —dijo el muchacho—, todavía falta mucho para llegar.” (p.149).⃰
Este estilo se sirve de las incorreciones del lenguaje, las muletillas, las onomatopeyas, repeticiones y otras.
El estilo indirecto es el que expresa la palabra del personaje referida, simplificada, resumida por el narrador. Ejemplo: "El muchacho le dijo que tratara de dormir un poco porque todavía faltaba mucho para llegar".
El uso incorrecto de ambos estilos, puede acabar con la verosimilitud o naturalidad de un cuento o novela. Es en los diálogos donde más se evidencia de forma palpable los lugares comunes, los rebuscamientos o exageraciones sin control. No deben usarse verbos raros (vociferó, espetó, arguyó) para las acotaciones, porque se pierde la espontaneidad requerida y resultarían diálogos pobres que no reflejarían adecuadamente las palabras de los personajes.
Cuando un narrador interviene demasiado en los diálogos ocurre como con el mal chiste que al no provocar la risa de los espectadores tiende a ser explicado, restándole toda gracia al evento y convirtiéndolo en una parodia cruel. Recomiendo evitar, borrar, eliminar en los manuscritos el uso de onomatopeyas. Son terribles recursos que le restan sensatez y belleza a una narración. El popular ¡Ay! de los cómics, se debe convertir en: Gritó de dolor. Nada de ¡cataplum!, snif, cofcof, wow. Cáspitas, jajaja, hemos llegado al final del artículo, ¡ouch! Gracias por acompañarme hasta aquí.
Ñapa: Hoy les pido que busquen el cuento de la maestra Katherine Mansfield Matrimonio a la moda. Además de disfrutarlo, observen la forma en la que ella utiliza los diálogos en este relato maestro.
⃰ Torres, Esmeralda (2019). 'Último viaje', Callejones sin salida, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
POR ESMERALDA TORRES • @esmetorresoficial