23/11/23. Un delta de olvido y un mar de distancia deben separar a alguien de los demás, para que un ser tan cercano y fundamental como una hermana termine por llamarle así: “Esa persona”.
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Repica, de fondo, el rechazo por alguna circunstancia que ha de tener la profundidad más tortuosa. Pero no es el caso.
La hermana de Esdras Parra (Poeta: Mérida 1939 - Caracas 2004) la llamaba de esa apartada manera por una razón un poco más corpórea: es que nació varón y se despidió de este mundo siendo hembra, sumiendo a sus cercanos -en un país maniatado por un puritanismo fiero- en la repulsión.
Parra fue extraño desde que nació, a confesión de sus allegados. Su propia hermana, María José Parra, decía que siempre se mantuvo distante de todos, sumido en un mundo sospechosamente solitario y rebelde que le apartó de los juegos de la calle y le facilitó el camino a la lectura desaforada. “Esa persona era muy retraída, no compartía con nosotros” comentó en una entrevista.
Lo cercó el destino cuando se fue becado con apenas diecisiete años de edad a estudiar a Londres, ciudad en la que se internó en el universo tentador del cosmopolitismo durante once años. Regresa convertido en un portento literario y se adentra en la narrativa con una fuerza demoledora, que despierta la admiración de muchos ante sus títulos fundacionales: El insurgente (1967), Por el Norte el Mar de las Antillas (1968) y Juego Limpio (1968).
Se casa, despunta en una meteórica carrera política y literaria (milita en Acción Democrática), se le ve con mujeres de exótica belleza, departe en el mundo cultural caraqueño (es asiduo del Conac), funda junto a otros la inigualable revista Imagen, coordina Monte Ávila, habla inglés, francés, italiano, estudia filosofía y se hace traductor y extraordinario pintor, y de pronto, cuentan sus más cercanos, se enamora fervorosamente de una mujer homosexual que le impulsa a iniciar una transformación sicológica y física de tremenda envergadura.
Antes de viajar a Londres de nuevo, su amigo y confidente José Napoleón Oropeza le lee el tarot y le revela extraños designios: “Como un tránsito sexual o del alma, como si se tratara de una muerte y una resurrección al mismo tiempo”, le advirtieron las mancias. Corría el año 1978 y el prometedor muchacho regresa deslumbrante dama, de gran belleza, que no sólo cambió de preferencia sexual sino de identidad física, al someterse a una de las primeras operaciones de vaginoplastia que se registre entre nacionales.
La chica de sus tormentos la esquiva, pero Parra irrumpe con su nueva corporeidad sin complejos ni reservas: “hay ocasiones en que el mundo pierde sus encantos / entonces tomo el camino que me ha sido vedado / y doy albergue a sus más oscuros secretos / Recibe este cuerpo como si fuera nieve”.
No fue activista del movimiento LGBTI a pesar de su inobjetable condición de pionera.
Como desmarcándose absolutamente del pasado, a partir de 1987 deja atrás la narrativa e incursiona en la poesía, obteniendo enorme reconocimiento, como el primer premio de la II Bienal Mariano Picón Salas por su obra Este suelo secreto, de 1993.
Lo que comenzó siendo una extraña molestia en la lengua, terminó convirtiéndose en un cáncer terminal que la apartó de este mundo en noviembre de 2004. Su hermana, persuadida por los lazos inescrutables de la sangre, la acompañó hasta sus últimos momentos. Quizás sin entender jamás quién era esa persona.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
ILUSTRACIÓN JADE MACEDO • @jadegeas