16/01/24. Un día cualquiera, de esos en los que en apariencia no ha pasado nada, me puse a pensar sobre la relación entre las mujeres, lo femenino y el silencio. Hay en la visión de lo femenino, en su ubicación un paso detrás del marido, un deber de silencio. Uno que se aprende de manera temprana e incluso con el auxilio de frases que se han repetido por generaciones, como las que sugieren las pautas de comportamiento a las señoritas.
¿Podemos rastrear dónde nació ese deber de callar? Para algunos está anclado en los viejos textos romanos. En la mitología, descansa la historia de un castigo ejemplar. El que le impusieron a Lara, la que no paraba de hablar a la que alcanzó la rabia divina y la convirtió en Tácita Muda, diosa del silencio. En el derecho romano, el tratamiento de la mujer también silenció su voz. La mayor parte de los textos se refieren a las mujeres las imbecillitas sexus o infirmitas, con la excepción de los trabajos del famoso jurista Gayo para quien tan sólo tenían las mujeres una levitas animi como condición.
Antiguo, en palabras que no entendemos, el silencio sigue viviendo con nosotras. Se despierta en la mañana cuando cansado de intentar una distribución paritaria del hogar, se pone el viejo hábito de la ama de casa. También viene a visitarnos cuando resulta la mejor manera de lidiar con las heridas o las disconformidades porque nada cambia hablarlas y contarlas es una forma de traición a nuestra tradición que defiende el secreto que norma la vida entre marido y mujer.
Para quienes trabajan en temas de violencia, el silencio parece verse desde dos perspectivas. La primera es en sí misma una forma de violencia porque invalida el mundo de quien, abierta o tácitamente, es llevado a vivir bajo sus reglas. La segunda es el gran aliado de las formas de violencia más comúnmente conocidas. Es en la soledad que puede destruirse a una persona pues los vínculos con otros y con otras, protegen.
El derecho a hablar, es un atributo del derecho a existir. Por eso, la vida libre de violencia conlleva una reeducación para todos en las formas de comunicar, desde adentro, en la casa y hacia afuera. Sin deberes de callar que ponen en riesgo la dignidad, la integridad y la vida. Parte de las tareas grandes que se hacen cada día.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta