20/02/24. Si nos metemos esta película en el bolsillo, nos montamos en una máquina del tiempo y viajamos a los años noventa, ochenta o cualquier década del siglo XX, al llegar y mostrarla en un cine lo más seguro es que el público la calificaría como un cuento de hadas moderno, la historia de amor ideal que cualquier chica soñaría tener, lamentablemente arruinada al final por una tonta que no supo apreciar su buena suerte.
No en vano Priscilla (Sofía Coppola, 2023, Estados Unidos) está inspirada cuadro a cuadro, línea a línea, en una historia de la vida real que comenzó como el de una verdadera cenicienta moderna.
A ver, si no has escuchado hablar antes de Priscilla Presley, te lo cuento brevemente así: era una jovencita de catorce años, aburrida, viviendo en un país extranjero, sin amigos ni mayor entretenimiento más allá de ir al liceo, que por casualidad conoce y es elegida por el ídolo más grande de su época, Elvis Presley.
Ya por ahí sacamos la magnitud de lo emocionante que podría ser este relato. Escribo esto y sólo imagino que a mí me hubiera pasado lo mismo con Servando o con cualquiera de los Backstreet Boys, o que a una adolescente de hoy le sucediera con alguno de los BTS o con Harry Styles (perdón, creo que eso es lo que está de moda, estoy un poco desactualizada).
El recuerdo de un simple romance de verano hubiera sido más que suficiente para hacer una buena película romántica a partir de un cuento de hadas verídico. Pero la cosa no quedó allí.
Elvis “adoptó” a Priscilla cual príncipe azul. La cautivó en citas y fiestas, pidió permiso a su padre para llevarla a vivir a su mansión al otro lado del mundo, se dedicó a pagar lo que faltaba de su educación, la ahogó en regalos, lujos, viajes, mascotas y diversiones, puso todo un séquito a su servicio, cuidó de su virginidad hasta la noche de bodas, le cambió el look convirtiéndola en un ícono de estilo (eso sí, imponiendo ciertos colores y desterrando los estampados) y le prohibió expresamente trabajar o hacer cualquier cosa distinta de lucir linda y, claro está, atenderlo. ¿Qué podía salir mal?
La película sobre la esposa del rey del rock es la ventana perfecta para conocer cómo se han modificado los estándares y los valores de nuestra sociedad en pocas décadas, pero no sólo eso, también es el manual ideal para detectar cómo las relaciones de poder simbólicas entre hombres y mujeres se configuran para crear jaulas de oro que fácilmente terminan convirtiéndose en sentencias de cadena perpetua.
O dicho en pocas palabras, yo diría que esta es la película perfecta para conocer la verdad detrás del cuento de hadas. Con Priscilla es fácil resignificar y desmontar la narrativa Disney de la princesa rescatada por un príncipe azul.
Aquí vemos a nuestra protagonista cuando, siendo aún una niña, conoce a Elvis, ya un hombre de veinticuatro años, quien no necesita de mayor esfuerzo para deslumbrarla (¡Era Elvis, por Dios santo!). Nos muestra cómo prácticamente la escogió a dedo para ser la esposa perfecta, virginal e inocente, darle descendencia y mantenerla como una muñeca de porcelana en casa (el mítico palacio de Graceland, un oasis en mitad de la nada) supervisada 24/7 y sin derecho a visitas, mientras él vivía una vida de excesos en Hollywood.
Es perturbador darse cuenta que mucho de eso es lo mismo que vemos en La Bella y la Bestia o en La Sirenita. Solo que en este caso no hay colores deslumbrantes ni música inspiradora, sino todo lo contrario, elementos estéticos y narrativos que nos hacen pedir a gritos esa vida.
“No puedes trabajar, porque si yo te llamo debes estar en casa, siempre disponible”, dice Elvis a Priscilla en un momento de la película, cuando apenas ella comienza a adentrarse en la nueva cotidianidad a la que dulcemente se había entregado. Más adelante, otra perla aparece cuando ella intenta quejarse sobre el comportamiento de su esposo fuera del núcleo familiar y él le vocifera: “Necesito a alguien que pueda entender que estas cosas pasan. ¿Vas a ser esa mujer o no?”.
Priscilla calló y aceptó ser la mujer que no tenía otro remedio de ser, la princesa del cuento, hasta que se dio cuenta de que realmente esa no era la única opción, y para la opinión pública pasó a ser la villana.
Creo (me hace ilusión pensar) que muchas chicas y mujeres de hoy verán en esta película la inmensa carga de violencia detrás de esa relación, y eso las llevará a cuestionar el discurso del cuento de hadas que se nos inocula desde que estamos en el vientre materno.
Otra lección increíble que no da el filme es cómo se ve la violencia a lo interno del contexto familiar, cómo se da el “sí te creo”, cuando las cosas suceden dentro de casa. ¿Por qué lo digo? Porque fue noticia cómo la propia Priscilla (todo está basado en sus memorias) amó la película y agradeció a Sofía Coppola por darle voz y contar su historia, pero en cambio Lisa Marie, la hija de la pareja (recientemente fallecida) condenó al filme por mostrar lo que ella consideró era un retrato desdibujado y satanizado de su padre, a quien apenas conoció porque murió cuando ella tenía sólo nueve años. ¿Cuántas historias como esta conocemos de primera mano?
Sofía Coppola es especialista en contar historias de antiheroínas, mujeres condenadas por el patriarcado a ser “culpables” y que sufren en silencio su soledad. Lo hizo con Lost in translation (2003), donde abordó el tedio y la crisis de identidad cuando te dedicas sólo a ser “la esposa de…”; lo hizo con María Antonieta (2006), donde humanizó la memoria de una mujer que fue el chivo expiatorio de una revolución causada por problemas estructurales; y en Vírgenes suicidas (1999) y La seducción (2017), dos filmes que de forma muy distinta narran hasta dónde puede llegar la hermandad femenina cuando cierra filas y se cohesiona para protegerse.
Ya cuando redacto estos últimos párrafos pienso con tristeza que quizá no es tan necesario el viaje en el tiempo que propuse al principio. Quizá aún, para muchas, Priscilla tiene el potencial para ser una historia de amor soñada, y lo que me resulta más desolador: que muchas estaríamos dispuestas (de hecho, lo hacemos) a pasar por todo eso y más a cambio de una vida de comodidades, a la sombra de cualquier Elvis, porque seguimos creyendo en el cuento de hadas.
¿Sí han visto cómo se han popularizado en TikTok esos videos de “novia que se queda en casa” o “novia mantenida”? Bueno, ya esto último es materia para otro artículo.
Pues nada, que es urgente seguir cuestionándolo todo, hasta lo más “normal” (eso, sobre todo) y hasta lo que soñamos. Y mientras tanto, bien por Priscilla y por Sofía, que ponen esta historia frente a nosotras para ver que no estamos solas y que lo que nos pasa, pasa hasta en las mejores familias.
POR ROSA RAYDÁN • @rosaraydan
ILUSTRACIÓN ENGELS MARCANO • cdiscreaengmar@gmail.com